El dúo cómico nacional más famoso hizo su primera aparición a finales de la década de los 50 y, en la actualidad, cuentan con más de 200 álbumes a sus espaldas
Corría el año 1958 cuando la revista Pulgarcito incluía en su número 1.394 una historia que parodiaba a los inmortales Sherlock Holmes y su ayudante Watson. Mr. Cloro y Mr. Yesca, agencia detectivesca, Ocarino y Pernales, agentes especiales o Lentejo y Fideíno, detectives finos, fueron algunos de los títulos que un joven Francisco Ibáñez -por entonces tenía 22 años- barajó para aquella historia que terminaría por llamarse Mortadelo y Filemón, agencia de información y que no contemplaba más pretensiones que ser un completo más dentro del semanal. Es probable que el artista catalán no imaginase el fenómeno que provocarían sus personajes, ya que a pesar de haber creado otras series como 13 Rue del Percebe, Rompetechos o El botones Sacarino, su fama y éxito le han llegado gracias a los dos agentes secretos con los que continúa trabajando a sus 86 años.
En 1969, once años después de su primera aparición, Mortadelo y Filemón protagonizaron su primera historia larga, El sulfato atómico, una de las obras más franco-belgas de Ibáñez y que, junto a Valor y… ¡al toro!, es considerado el mejor álbum por los aficionados. En este número, las aventuras de los dos agentes secretos de la T.I.A -un juego de palabras que recuerda a la CIA- se complementa con la aparición de nuevos personajes como su jefe El Super, el excéntrico inventor conocido como el profesor Bacterio o la secretaria Ofelia, que les acompañarán en la práctica totalidad de su existencia. Presentando una narrativa lineal y un alto nivel de detalle en el dibujo y planteando situaciones más serias, el cómic homenajea a autores europeos del momento, como a André Franquin o Pierre Culliford, aunque este estilo se vería tan solo en algunos números posteriores. Lamentablemente, la serie daría paso a historias contadas de forma episódica donde la comedia basada en chistes fáciles, la violencia física y la habilidad de Mortadelo para disfrazarse -presente desde los inicios pero exagerada con el paso de los años hasta convertirse en un recurso casi mágico- se convertirían en la seña de identidad de la colección. Las portadas y algunas páginas interiores, especialmente aquellas de una sola viñeta repletas de personajes, conservarían la esencia de aquella breve pero brillante etapa.
A pesar de esta estructura recurrente, que se inició en Los diamantes de la duquesa y ha hecho que algunos detractores tilden sus cómics de simplistas e infantiles, la supervivencia de la serie se debe la adaptabilidad de Ibáñez, que ha llevado a sus personajes a tramas actuales como los mundiales de fútbol (escenario donde se desarrolla su humor más salvaje), la crisis de la caja B del Partido Popular o incluso la pandemia, por mencionar algunas de las más actuales. La inclusión de elementos recientes ha hecho de Mortadelo y Filemón una serie atemporal que salta de generación en generación y que ha popularizado insultos como “batracio”, “gaznápiro”, “percebe”, “catástrofe con gafas” o el inolvidable “burricalvo”.
Ahora que están al borde de la jubilación, estos dos agentes de la T.I.A están de enhorabuena porque no se les nota el paso del tiempo. Quizás sea porque siempre han sido viejos o porque el continuo maltrato físico es la clave de la eterna juventud, nadie lo sabe, pero no hay dudas de que a este dúo de detectives les quedan muchas aventuras por vivir, ya que el propio Ibáñez no descarta que otros acaben tomando su relevo, como sucedió en su momento con las historietas de Obélix y Astérix. Más de 200 álbumes traducidos a quince idiomas, figuras de acción y continúas adaptaciones audiovisuales, incluyendo películas de animación e imagen real y videojuegos- respaldan el éxito de una franquicia que, a pesar de seguir un esquema narrativo invariable desde hace más de tres décadas, donde las historias se suceden a través de unos sketchs clónicos que pivotan sobre el binomio chiste-golpe, parece tan inagotable como las capacidades miméticas de Mortadelo. Sea como sea y como suele decirse en estos casos, feliz cumpleaños y que cumplan muchos más.