La novela gráfica El dios vagabundo, de Fabrizio Dori, cuenta la vuelta a casa de un sátiro desterrado por la diosa Artemisa de la época politeísta griega. No es una historia del otro jueves: al fin y al cabo, se trata de una versión postmoderna de la Odisea, con un antihéroe aparentemente alcohólico y vividor atrapado en un contexto que no es el suyo, y que debe emprender un viaje para regresar junto a su amo Dioniso. Por supuesto, librando una batalla contra las sombras de un reloj solar y acompañado por sus colegas de viaje: un intrépido profesor obsesionado con el conocimiento y el fantasma de un guerrero griego que murió sin librar batalla.

La verdadera riqueza de este cómic, publicado bajo el sello de ECC Cómics en 2019, son los detalles que se esconden en el guión y hacen que el lenguaje de Dori quede cohesionado a la perfección. Todo bajo un estilo impresionista que hace tributo al ingenio de Vincent Van Gogh, y que sumerge al lector en una experiencia llena de colores y luces. Si bien es cierto que emplea diferentes técnicas y estilos en momentos determinados de la trama, e incluso juega con efectos ópticos que caracterizan visualmente algún aspecto del personaje que interviene en ese punto, el impresionismo es el rey absoluto en esta obra y cobra vida propia.
El protagonista no deja de ser un chaval enganchado al vino que usa sus poderes semidivinos para contarle a la gente moderna lo que quiere escuchar a cambio de su vicio. Pero cuando Eustis rememora sus tiempos en el Olimpo y habla de la propia mirada de Dioniso, afirma que “era mejor que ningún vino o que ninguna droga”. Este rasgo tiene cierta lógica narrativa, porque busca estar en su estado natural, bajo los ojos protectores de su señor y el aura envolvente de sus noches sin fin. Una de las hazañas de este autor italiano fue transformar un personaje en una especie de narrador visual.

Van Gogh aparece explícitamente en una escena del cómic, y marca un punto de inflexión en la vida de Eustis en su paso por la Tierra sin dioses: es el responsable de su locura y muerte, independientemente de sus buenas intenciones con el artista. Todo porque el pintor quiso ver el mundo con los ojos del sátiro. Cualquier persona más curiosa de lo habitual por el conocimiento pleno se ve tentada de hacer semejante petición a una deidad, sea del rango que sea. Pero cualquier ser que esté aunque sea un paso más allá de la humanidad concibe la realidad de forma muy distinta. Son parte de la esencia más pura del universo, y todas esas ficciones a las que los humanos necesitan agarrarse para definir el mundo sencillamente no existen. Es como si el todo se canalizara por la existencia de estas deidades y fueran ellas las que configuraran el mundo. Y exponerse a la pura realidad no siempre sale bien, como fue el caso de Vincent. No por nada, pensadores como Platón, y más adelante el Budismo con su Nirvana, ponen la meta para semejante empresa en la muerte. Y es precisamente lo que el protagonista intenta evitar con su intrépido profesor.
El único móvil de este personaje para acompañar a Eustis es su curiosidad y sed de saber. Él también quiere ver el mundo con los ojos del sátiro, promesa que él mismo le hizo cuando se conocieron a cambio de vino, pero otro de los grandes detalles es que Eustis desarrolla cierto apego emocional por seres humanos como el profesor, cosa poco probable entre seres sobrenaturales. Es por eso que quiere evitar a toda costa que sufra el mismo final que Vincent, pero la ambición humana puede alcanzar horizontes insospechados. No obstante, el arco de este bibliófilo es mucho más realizador que el del padre del impresionismo.
Dori podría haber dejado el encuentro con Van Gogh como una anécdota más en la vida de un sátiro travieso, pero en su apología a las teorías filosóficas clásicas del acceso imposible al conocimiento puro, envuelve la historia de Eustis en el estilo pictórico que llevó a su víctima a alcanzar la inmortalidad artística. El lector sigue esta historia a través de los ojos del pintor. Se puede decir incluso que es el propio Vincent, desde el más allá o desde el propio mundo de Hades, quien cuenta la historia de Eustis con sus pinceles. Es así como la voz de un mero personaje pasa a ser el hilo conductor de la narrativa visual de esta aventura.