María José Pérez Andreu

La publicación de un libro crea expectaciones a veces difíciles de explicar. En el caso que nos ocupa, el cómic Mararía de Rafael Arozarena de Eduardo González, creo que es así. No por casualidad estamos ante un gran autor de cómics y un gran escritor.

La relación de Rafael Arozarena y su novela más conocida Mararía y Eduardo González surge por una de las muchas “locuras” que con cierta frecuencia aparecen sin saber muy bien porque. El magnífico resultado del trabajo de Eduardo González bien merece ciertas reflexiones, que surgen desde la ignorancia sobre lo que rodea al cómic pero también desde la curiosidad hacia ese mundo. Y si bien son personales me atrevo a compartirlas, aunque pudiera ser que no le interesen a nadie.

Es verdad que siempre leí a los inolvidables Mortadelo y Filemón, Rompetechos, 13 Rue del Percebe, Roberto Alcázar y Pedrín y otros célebres de esa época. Las aventuras de Tintín vinieron después. Y me quedé en Astérix. Aunque el personaje apareció en Francia en 1959, lo descubrí allá por los años 70. Después vendrían Snoopy, Mafalda y otros. Las viñetas de Mingote, Forges, Peridis,… que para mí eran chistes, no cómics. En fin que este mundo ha evolucionado hacia unos espacios tan amplios, al menos a mí me lo parece, que no acierto a vislumbrar los límites si es que existen.

Afortunadamente desde hace años también podemos disfrutar de autoras de cómic, como ejemplo Ana Miralles, Mamen Moreu, Irene Morales, Elisgardor, aunque podríamos llenar decenas de páginas con los nombres de ellas, por suerte.

El tiempo también es importante.

Hay autores y críticos que apuntan a que los inicios del cómic tienen muchos referentes a lo largo de la historia. Se remontan a la prehistoria. Por empezar en algún momento,  empecemos por las pinturas rupestres de las cuevas de Altamira. Se ha hablado también de los capiteles que rematan las columnas en el arte románico, por ejemplo. En cada capitel hay una escena, esculpida en piedra. Y los Beatos, esos códices manuscritos que aparecen ya en el siglo VIII en los que aparecen comentarios e ilustraciones al libro que escribió Beato, monje del monasterio de Santo Toribio allá por el año 776. Aquí el  texto y la imagen vienen en el mismo soporte. Los diseños en los códices se realizaban seguramente poniendo el pergamino u otro material similar, sobre tablas de cera. Para el paso al ordenador con el que actualmente se trabaja, quedaban unos pocos años. En “El infinito en un junco” de Irene Vallejo encontramos el camino.

Apuntábamos a que en cada capitel de una columna de un claustro románico hay una escena que nos cuenta una historia. Y ¿qué hay en una viñeta de “El Roto” o de “Padylla”, sino una historia? Porqué, no ver una historia, una viñeta, en los hermosos capiteles del Monasterio de San Juan de la Peña (Huesca) igual que la vemos en una viñeta de un tebeo de Astérix o del Capitán Trueno. Historias todas ellas que pueden ser reales o inventadas. 

Tuve conocimiento en el verano de 2022 que se había publicado el cómic Goya. Saturnalia, en Cascaborra Ediciones. Y sabía que el cómic Mararía de Rafael Arozarena, en Ediciones Idea, estaba casi, casi en imprenta. Así que la curiosidad por conocer el referido a Goya me hizo comprarlo inmediatamente. Las casualidades (o lo que sea) a veces existen. Todo lo relacionado con el pintor aragonés nacido en Fuendetodos (Zaragoza) siempre me ha interesado. Como aragonesa no podía ser de otra manera. Y la ¿casualidad? quería que tanto el referido a Goya como el referido a la novela de Rafael Arozarena, Mararía, se publicaran en el mismo año 2022. Y siendo dos cómics distintos en su tema, los dos son muy buenos. Las comparaciones no sé si son odiosas o no. Sé que en numerosas ocasiones son necesarias. Y en la vida cotidiana no hacemos otra cosa que comparar. Y de esas comparaciones surgen a veces, ideas, teorías, obras, creaciones en definitiva, dignas de tener en cuenta o desecharlas.

La obra referida a Goya, de los autores Manuel Gutiérrez y Manuel Romero, se centra en la figura del pintor aragonés, mientras que la de Eduardo González está centrada en una de las novelas de Arozarena, Mararía. Pero aquí eso secundario. Si atendemos a las dos obras en sí, las dos tienen el lenguaje del cómic, la disposición de las viñetas, la ausencia de ellas en algunas páginas que aparece el dibujo ocupando la página completa, los trazos que hay en el dibujo, la fuerza de los colores, o el blanco y el negro. Y el gris. La atracción y dramatismo que tiene la figura y la obra de Goya y la fuerza y el dramatismo que tiene la novela de Arozarena, se ven reflejados en los dos cómics a los que hacemos referencia. No me parece una mejor que otra. Son distintas, pero magníficas las dos. La sorpresa y la ventaja para mí ha sido que en el cómic sobre Goya, tanto en el prólogo, El Torres, como en el epílogo, Álvaro Pons, vierten opiniones sobre el cómic y el trabajo de sus autores que yo no acertaba a plasmar en referencia al trabajo de Eduardo. Así que las utilizaré en estas reflexiones.

Otro referente. En el Epílogo del citado libro Goya. Saturnalia, Álvaro Pons, crítico de cómics, traza un paralelismo entre parte de la obra de Goya y el cómic. 

Una reflexión más que abarca a las anteriores. En el prólogo de Goya. Saturnalia, El Torres (Juan Antonio Torres) escribe en referencia a los autores Manuel Gutiérrez y Manuel Romero: “… Se han acercado al coloso, armados con las armas del tebeo, y, por qué negarlo, con la mirada de la poesía visual y escrita… Y luego han sabido enfocar poéticamente la historia… Integrar la poesía en un tebeo es complicado, porque entramos en ese terreno resbaladizo donde la imagen, la palabra y la secuencia se confunden y se convierten en algo único. Algo que solo se puede hacer en los tebeos, algo que muchas veces se intenta por mucha gente y que resulta en muchos fracasos.

Y los autores no es que solo salgan airosos, es que han conseguido algo único”

He querido traer estas líneas del texto aquí porque no se me ocurren palabras mejores para definir la obra de Eduardo González. También su obra destila poesía, y no me cabe la menor duda que además de un gran autor de cómics, Eduardo es un gran poeta.

No dejaremos pasar otro aspecto que no es invención nuestra. La obra de Eduardo González basada en la novela de Rafael Arozarena pone de actualidad una vez más, los mismos aspectos que ponen otras “adaptaciones” de grandes autores y de sus obras, bien al cine, al teatro, a la pintura, a la música,… o al cómic. Si han mejorado la obra original, si es peor,… si el personaje que nos habíamos imaginado al leer la novela coincide con la actriz o el actor que interpreta al personaje. Si el paisaje está acertado, etc. Así que hay tantas interpretaciones como lectores. Cada lector nos imaginamos a los personajes de una manera diferente. Aquí en Canarias la novela de Arozarena está en el imaginario de sus lectores (y no lectores también) de una forma distinta. Cada lector de la novela ha imaginado una Mararía, tanto en el aspecto físico como en el psicológico. Así que cuando algún creador traslada una imagen ya creada a otro formato, está realizando un acto de valentía. En este caso la decisión de E. González, no exenta de riesgo, de trasladar al formato cómic la novela tan conocida en estas islas da idea de que la valentía de Eduardo González no tiene límites. Lo confirma su magnífico resultado. La fuerza del cómic de Eduardo es la fuerza de la novela de Arozarena.

La pasión creadora, innata en Arozarena, podemos decir que se convierte en una necesidad. Necesidad creadora que durará  toda su vida, hasta su último suspiro. Esa pasión la encontramos en su novela Mararía. Y a manera que el crítico Álvaro Pons en el Epílogo del cómic citado Goya. Saturnalia con respecto a Goya habla de la necesidad de expresar “yo lo vi” para transformarlo en “yo lo viví”, podemos decir lo mismo de Arozarena. El vio a María la de Femés, pero además vivió lo que pasaba en Femés. Tanto que de su mente creadora María la de Femés saldría convertida en Mararía. Y con igual fuerza creadora nació el cómic de Eduardo González.

En líneas anteriores decía que de las comparaciones pueden surgir  teorías, asociación de ideas,… Bien, a mí me ha ocurrido que tanto la portada del cómic de Eduardo como en el interior (págs. 50 y 51) he encontrado imágenes que mi mente las ha asemejado a cuadros pintados por Chagall. Y no sé qué extraños vericuetos me han llevado a ello. La imagen que de Mararía hay en la portada del cómic me transporta a la atmósfera que encuentro en el cuadro de Chagall titulado “La virgen del pueblo”, también llamado “La virgen de la aldea”. No tengo respuesta, aunque me gustaría que esos hilos invisibles que a veces conectan unas ideas con otras, sean originados porque a Chagall se le conoció como el pintor poeta. Arozarena que era un gran admirador de Chagall, era esencialmente un poeta y también pintaba. Y ya se ha dicho que Eduardo González es autor de cómics y  poeta. El círculo acaso podría cerrarse.

Al inicio se ha hablado de expectativas ante la publicación de un libro. Sin duda fueron muchas. El resultado no ha defraudado.

En el centenario del nacimiento de Rafael Arozarena  y el 50 aniversario de la publicación de su novela Mararía un lujo el cómic de Eduardo González. 

Enhorabuena Eduardo. 

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