Noe Ramón

En línea con la tradición existente en el mundo del cómic de que los autores se refugien tras un seudónimo, el creador murciano, Diego Corbalán adoptó él de Magius, que tomó del nombre de un monje del siglo X que dedicó su vida a ilustrar incunables, labor con la que se siente identificado. Pese a que el trabajo sosegado en un monasterio no tiene mucho que ver con sus creaciones de alto contenido crítico, de denuncia de la corrupción o de su pasión por el Death Metal.  

En el año 2021 Magius engrosó la lista de dibujantes que han recibido el Premio Nacional del Cómic instaurado en 2007, un galardón que asegura haber recibido, al principio con incredulidad, hasta el punto de tardar un tiempo en asimilarlo, para después pasar a convertirlo simplemente en lo que define como “otra cosa más” dentro de su trayectoria como ilustrador. Magius participó en el último Salón del Cómic de Santa Cruz de Tenerife donde escenificó una performance reclamando la independencia de Murcia, que llamó la atención por su contundencia y fuerte contenido crítico.

Primavera para Madrid, la obra galardonada con el Premio Nacional del Comic 2021

En un encuentro virtual organizado por la Fundación Cine+Cómics está semana, Magius recordó que cuando le comunicaron la concesión del premio no se lo creyó simplemente porque se trata de un galardón institucional otorgado por el Gobierno y que entregan los Reyes, cuando precisamente su obra, Primavera para Madrid lanzaba dardos envenenados contra ambas instituciones. Ese cúmulo de circunstancias propiciaron una situación ciertamente irónica que todos intentaron asimilar con naturalidad, dado que las similitudes entre los personajes de la realidad y los que plasmó en su obra eran más que evidentes. Por ejemplo, retrató al rey emérito mientras saluda a su amante Corinna con una sonrisa y una mirada que se ha transmutado en siniestra tras conocerse los aspectos más escandalosos de su relación.

Igual de sarcástico se muestra sobre todo lo ocurrido en torno al conocido como Pequeño Nicolás, un joven que logró colarse en las altas esferas de la política y de la sociedad a base de recurrir a engaños que al principio le funcionaron, pero que finalmente le llevaron a la cárcel. Y allí acabó, según su punto de vista, “por ser demasiado chabacano”, una historia que bajo su punto de vista se repite en Canarias con el caso Mediador, protagonizado por Marco Antonio Navarro Tacoronte, que se movió por las altas esferas cerrando acuerdos y alardeando de contactos hasta que -como suele ocurrir- la trama terminó saltando por los aires. En los dos casos cree que los protagonistas encajan a la perfección en los guiones de películas al estilo de la saga de Torrente, interpretada por Santiago Segura. Y todo ello por ser responsables de corruptelas de serie B y que quizás por ser tan burdas salieron a la luz pública y se convirtieron en objeto de escarnio. Pero al menos han servido para desvelar la forma en la que funciona el panorama político español y los partidos. “La solución es muy difícil, todo me resulta muy complicado”, concluye el autor.

Magius matiza que pese al alto contenido crítico de su trabajo nunca ha recibido censura ni ningún tipo de “regañina” por parte de los editores. En cuanto a quienes salen peor parados está seguro de que ni siquiera han leído sus cómics y duda que alguna vez lo hagan. Justifica lo que podría entenderse como un ataque a las instituciones por la sucesión de escándalos que han tenido lugar durante los últimos años y en base a los cuales ha creado historias ficticias, pero no tanto. Se trata esta de una temática que no es muy habitual en el mundo del cómic.

La forma de trabajar de Magius consiste en presentar las propuestas a las editoriales y si le dan el visto bueno entonces las presiones están fuera de lugar y como mucho apenas acepta sugerencias que él interpreta como consejos para alcanzar al mayor público posible, y no como fruto de la voluntad de censurarle.

Su método de documentación es de una simpleza apabullante. No hay investigaciones, ni estudios inacabables, ni entrevistas personales, ni visitas a archivos o bibliotecas. Simplemente recurre a internet y a partir de aquí recopila noticias en formato digital, y lo principal, poco a poco va “atando cabos”. El resultado son unos contenidos que en un cincuenta por ciento están basados en la realidad y el resto son ficciones que crecen sobre un suelo abonado para impactar al lector. Personalmente confiesa que no tiene interés alguno en provocar, “quizás como mucho en molestar, la idea es ir un poco en contra”.

La obra galardonada en 2021 con el premio nacional “Primavera de Madrid” es inusual tanto en temática como en formato. La propuesta inicial era que abarcara 300 páginas pero al elegir el color dorado, y dado  el coste que implicaba, tuvo que reducirlas a 270 por indicaciones de su editor. “No habrá segunda parte, lo que se quedó fuera se quedó fuera”, concluye. Para Magius, elegir este color supuso una metáfora de la época de despilfarro que se vivió por aquellos años en España. Está claro que la edición “no era práctica pero sirvió para llamar la atención y además conseguimos que su precio no resultara demasiado caro. Pero práctico no era, eso está claro”.

Su elección de lo más sórdido de la política como temática, la justifica en que simplemente lo considera un mundo “sin solución”, al igual que tampoco tiene una visión especialmente positiva sobre los periodistas. Hay un personaje que sin reparos identifica con Eduardo Inda, de ideología derechista en el sentido más rancio del término, y al que acusa de haber convertido la actualidad “en un circo”. Término que tristemente se ha convertido en demasiado socorrido para describir el escenario en el que nos movemos.

De los medios de comunicación opina que son empresas que viven de generar polémicas y descubrir escándalos en todos aquellos que tienen una ideología diferente, pero que no son capaces de reconocerlas en sus propias filas. “Funcionan por dinero, es su negocio y tienen que vivir de eso. Es curioso que haya periodistas que se han hecho famosos gracias a la pandemia a base de plantarse como negacionistas y otros que lo han hecho simplemente defendiendo intereses particulares”.

Pero como suele ocurrir al final estos personajes grotescos, en el mejor de los casos, o que actúan movidos por la maldad, en la mayoría, son los que le resultan más interesantes en las historias propias y ajenas. “La gasolina que mueve al mundo es la maldad, porque supongo que esa forma de ver la realidad hace que este tipo de gente pueda llegar hasta donde llega, y la sociedad avance aunque sea por intereses que no son los generales”. Ha comprobado que en la literatura o en el cine la trama más interesante es aquella que tiene un componente de maldad y no tanto en la que todo el mundo es feliz. “Siempre debe  haber un malvado. En Indiana Jones los que más me atraen son los nazis porque actúan como los malos perfectos”.

Sorprende cuando anuncia que ahora está centrado en abordar el independentismo de Murcia como una especie de distopía porque precisamente esta región es la que parece más alejada de ese tipo de posicionamientos que, sin embargo, en Cataluña o el País Vasco tienen mas arraigo. Consecuentemente, admite que se trata de un libro de “ficción” y una “broma” que llega al punto de que al final Murcia no sólo consigue separarse  de España sino que incluso se convierte en un imperio. Pese a que el argumento resulta descabellado, lo cierto es que durante seis meses en la I República se produjeron levantamientos cantonales por todo el país, que tuvieron especial relevancia en su región natal, con el cantón de Cartagena. Sobre la región de Murcia relata que se ha concentrado una mezcla de culturas como la catalana, aragonesa, italiana o árabe y que incluso llegó a contar con un dialecto propio [el panocho] que se ha ido perdiendo pero que considera “muy interesante”.

Todo ello es resultado de la incomunicación que Murcia sufrió durante siglos y que no se ha venido a resolver hasta hace pocos años con la llegada, por ejemplo, del AVE o de los medios de comunicación. La consecuencia es que ahora se ha pasado a todo lo contrario, “aquí no paran de abrir locales de comida sushi, es una plaga, no tiene sentido. Está bien que haya lugares de otras culturas pero no que sea lo único que te encuentres”. Las coincidencias con Canarias resultan evidentes hasta el punto de que en el caso de las Islas admite que el aislamiento ha sido y es aún mayor.

Magius asegura no haber tenido nunca mucho contacto con el resto de la escena del cómic ni con los dibujantes. Empezó haciendo fanzines sobre la música Death Metal que atrajo a este tipo particular de público con el que empezó a interactuar y del que surgieron las primeras propuestas de trabajo que recibió. Sorprende su pasión por esta música cuando aparentemente, por muy superficial que resulte la impresión, es la de ser una persona alejada de este estereotipo. Él lo justifica porque, al contrario de lo que podría pensarse no es una música «dinámica» si no un estilo que “se vive por dentro. Lo mejor es escucharla en casa, porque en los conciertos la gente casi no se mueve”.

Luego están los cómics con temática mafiosa de las que se inspiró a base de consultar videos en internet, como la de un banquero que era estafador y se dedicaba a robar coches y vender las piezas. Al final acabó dando de frente con la mafia y se introdujo en ese mundo. Historia, que por cierto, es real.

Magius participará en la próxima edición del Salón del Cómic de Tenerife a finales de año con una exposición que tendrá lugar en el Museo de Bellas Artes. Consistirá en una colectánea de originales en formato A4, que es el que le resulta más cómodo, otro indicio de que no encaja demasiado con las tradiciones del dibujo para cómic, al que asegura que llegó de forma “completamente” autodidacta.

En uno de sus trabajos utilizó los colores primarios, -el azul, rojo y amarillo-, para representar la historia de un adulto que vive sumido en una continua infancia y utiliza a las demás personas como si fueran juguetes sin tener en cuenta las consecuencias que este macabro juego trae consigo.

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