En su época de mayor actividad la Escuela de Arte Gráfico La Recova de Santa Cruz de Tenerife, impulsada por Alfonso Mertens, fue un espacio que atrajo a artistas de muy diferente procedencia, que conocían el valor de las instalaciones, punteras en su especialidad. La singularidad de la maquinaria, lo extraordinario de disponer de una colección de tanta envergadura de piedras litográficas, que no poseen otros talleres europeos, lo convierten todavía hoy en un enclave único para la realización de cualquier técnica de artes gráficas. Todo ello hizo en su momento que las instalaciones fueran un referente tanto en el ámbito insular, como peninsular y europeo, para principiantes, estudiantes o creadores consagrados de bellas artes que difícilmente podían encontrar algo ni siquiera remotamente parecido.


Antes de morir en 2021, Mertens donó todo ese legado -26 toneladas de maquinaría, de un valor incalculable, pero que se encuentra en un estado calamitoso- al Ayuntamiento de Santa Cruz. Ahora ha salido a licitación la gestión del taller que ha ganado, quien durante cinco años ejerció como profesor de la Escuela, Fabián Castilla Labrador. Castilla cree que en breve comenzará la labor para dejar a punto las instalaciones y de esta manera podría ser en los meses de verano cuando abriera sus puertas y comenzara a funcionar la labor docente.
Desde que el taller inició su andadura como escuela municipal se instauró la costumbre de que todos los alumnos donaran una obra, que pasaba a formar parte de sus fondos. Esta especie de ‘rito’ se llevó a cabo durante casi cuatro décadas y ha dado lugar a que en la actualidad exista una cantidad ingente de obra gráfica realizada por artistas, algunos de los cuales con el tiempo ha adquirido gran renombre. El depósito, sin embargo, no está catalogado y necesita urgentemente de un buen almacenamiento que garantice su óptima conservación, por ello se ha decidido que cuando de esas obras –cerca de dos mil piezas- se haga inventario, se conserven en el Museo de Bellas Artes.
Esta labor es imprescindible ya que una gran parte de la obra carece de firma, año y número de edición. Su valor pedagógico es enorme en cuanto permite realizar un recorrido por todas las variantes de grabado y conocer su técnica, riqueza y prestigio institucional. Castilla apuesta por que en el futuro se organice una muestra con una selección de obras, lo que permitiría que los ciudadanos conozcan esta riqueza artística que actualmente en manos del Organismo Autónomo de Cultura del Ayuntamiento.


Alfonso Mertens nació el cinco de noviembre de 1941 en la ciudad belga de Turnhout, por lo que en realidad su nombre Alphonsus Agustinus Mertens. Desde pequeño destacó por su carácter innovador y emprendedor hasta el punto de que su primer taller fue un palomar de la casa de sus padres cuando tenía 16 años y ya con 17 adquirió su primera prensa litográfica.
Tras su formación que incluyó el paso por el Instituto Superior de Grabados de Amberes en el año 1972 llegó a Tenerife con camiones cargados de piedras y prensas para crear un taller en Los Cristianos en el que realizó trabajos particulares. A principios de la década de los ochenta se mudó con más de 26 toneladas de maquinaria a Santa Cruz donde trabajó en el Centro Municipal de Arte Gráfico situado en el Parque Viera y Clavijo, y fomentó junto con el que sería el cronista de la ciudad, Gilberto Alemán, la creación de un auténtico espacio para la cultura. Al principio sus alumnos se limitaban a dos grupos de diez jóvenes cada uno. Fabricaban su propia tinta y pintura porque el material que tenían a mano se estropeaba por el clima. En 1986 comenzó a colaborar con la Universidad Menéndez Pelayo (UIMP), lo que ayudó a que su labor recibiera múltiples alabanzas por parte de los expertos en artes gráficas que visitaron las instalaciones en las que se creaban piezas únicas.
El taller fue trasladado en 1990 al Centro de Arte de La Recova cerca del Teatro Guimerá lo que supuso un coste de casi dos millones de pesetas sufragado por el Ayuntamiento y el Cabildo. Desde ese momento la ciudad dispuso de todo el material y la maquinaria que tenía a sus manos y que fue la causa de que atrajera artistas de renombre nacional e internacional, como el cubano Alfredo Sosasbravo o la austríaca Michaela Konrad, y estudiantes universitarios europeos. En esa época la escuela cedió cerca de 3.500 obras al Ayuntamiento de Santa Cruz, cuando Manuel Hermoso era alcalde y Maribel Oñate, su concejal de Cultura.
El traslado fue complicado, pero permitió disponer de más espacio e instalar maquinaria que abría la posibilidad de utilizar técnicas innovadoras, por ejemplo el primer tapiz que se elaboró fue obra del artista César Manrique. Comenzaron a realizarse exposiciones como la denominada Graphos a principios de 1993 con la colaboración de varias universidades de toda Europa y en 1996 el taller empieza a utilizar medios electrónicos. Por esta razón recibe un premio por su sistema pionero de Creación de Arte transmitido por telecomunicación de alta definición, lo que convirtió en un centro neurálgico de lo que entonces suponía toda una experiencia piloto a nivel mundial. En el año 2000 se refuerza la labor educativa con artistas y el público en general con cursos específicos sobre ilustración, comprensión del dibujo y otras técnicas experimentales.
Mertens también dejó su marca en los carnavales con la impresión de 50 litografías de Manrique que se pusieron a la venta por 20.000 pesetas, igualmente diseñó junto con sus alumnos el primer gran escenario del carnaval y a lo largo de los años continuó con esta colaboración con las principales fiestas de Santa Cruz. También intentó buscar una solución a la cubierta de la plaza de toros para lo que presentó diversas alternativas. El 11 de abril de 2021, Mertens falleció a los 71 años, muy pocos meses después de que las instalaciones volvieran a abrirse tras la pandemia y tuviera que volver a cerrarse a causa de unas intensas lluvias que por suerte no afectaron a la maquinaria.
En su momento Castilla elaboró un detallado inventario que sirviera como especie de llamamiento para pedir que se reformaran las instalaciones dadas las deficiencias estructurales que presentaba después de haber sido ocupadas durante 35 años. Solicitaba que se llevara a cabo una profunda labor de limpieza, selección y evaluación de la maquinaria, herramientas, muebles y utensilios que se encuentra depositada en el local. Castilla creía que las labores debían realizarse teniendo muy en cuenta la singularidad, carácter excepcional, rareza de la maquinaria y su valor artístico y patrimonial, sin perder de vista su vertiente más práctica y funcional. El objetivo era conseguir un espacio más diáfano y ordenado que permitiera tener una visión amplia de la envergadura de este espacio.
En el inventario no se nombran algunos elementos que consideran “obsoletos” como maderas, cristales, metacrilatos, alguna maquinaria o componentes electrónicos inútiles, estructuras metálicas, marcos e instrumento fútil. Todos ellos fueron eliminados porque no aportaban ningún interés, su valor económico o funcional era escaso, o sencillamente entorpecerían la tarea de limpieza y adecentamiento del espacio. En cuanto a la maquinaria también se busca preservar únicamente las herramientas e instrumentos que sean útiles para garantizar que se pudiera trabajar con comodidad. “Lo importante sería proyectar una mirada hacia el futuro planificando un espacio que satisfaga todas las necesidades de los próximos usuarios, convirtiéndolo en un centro de encuentro de aprendices, estudiantes y artistas profesionales de las artes gráficas”. Toda la maquinaria que se encuentra en el taller llegó en su momento desde Bélgica a principios de la década de los años setenta y con el tiempo se ha convertido en “un legado” de valor cultural y patrimonial, que sin embargo permanece en un estado de abandono que Castilla califica de “espantoso”.
El docente recuerda que tras su jubilación Mertens acudía cada día al taller, lo que había convertido en una especie de “rutina diaria” y una muestra del cariño que sentía por la escuela y su maquinaria. Castilla indica que además de la labor docente su impulsor siempre apostó por convertir este espacio en un lugar dedicado a la creación de profesionales y artistas, incluso en su momento pensó en crear una Fundación. Y ello es así por el enorme valor de la maquinaria que ha permitido no sólo que se hagan reproducciones y carteles publicitarios, sino también obras de arte -personales y seriadas- con técnicas muy elaboradas.