Crítica de Como peces en la red, de Juan Álvarez
Como peces en la red (2020)
Guión: Juan Álvarez
Dibujo: Juan Álvarez
Color: Jorge G. (portada)
Nuevo Nueve
Al contrario que otras de sus intimidades, el idilio entre Woody Allen y la ciudad de Nueva York no es una sorpresa para nadie. A lo largo de su filmografía, el cineasta ha mostrado tantos espacios y rincones de la Gran Manzana que no es de extrañar que aquellos que todavía no hemos tenido la suerte de pasear a la sombra de sus rascacielos creamos conocerla. Si con Días de radio (1987) nos trasportábamos al Radio City Music Hall, emplazado en la Sexta Avenida, y en Alice (1990) paseábamos por un exótico Barrio Chino, en Desmontando a Harry (1997) conocíamos más de cerca Central Park. Y esto son solo tres ejemplos, porque si revisamos otros títulos como Todo lo demás (2003), Melinda y Melisa (2004) o Café Society (2016) podríamos crear un mapa de la ciudad que nunca duerme.
A pesar de que ha explorado otras urbes e incluso ha tenido una etapa británica, el amor desmedido de Allen por Nueva York no solo ha ayudado a convertirla en una postal que se ha grabado a fuego en el imaginario colectivo, sino que ha elevado su estatus al de personaje que respira, vive e incluso sueña. Una sensación similar es la que me ha dejado la lectura de Como peces en la red, álbum de Juan Álvarez publicado por Nuevo Nueve, donde la acción transcurre entre Barcelona y Las Palmas de Gran Canaria.
Aunque a simple vista parece tener menos manías y neuras que el director americano, Álvarez nos obsequia con una novela gráfica donde se consigue algo que no recuerdo haber visto antes en un tebeo: convertir el mítico barrio grancanario de San Cristóbal en un personaje que tiene vida propia. Sus calles, el característico Torreón de San Pedro Mártir que rompe irremediablemente el horizonte o el particular estilo de vida de una población que vive a primera línea del mar son los trazos que dibujan un retrato sincero de un enclave pesquero que vive de espaldas a la ciudad y donde el tiempo parece haberse detenido, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva. Leyendo Como peces en la red, uno puede sentir la brisa del mar, el salitre en las manos y ese sempiterno olor a pescado cocinado que hace que la boca se derrita irremediablemente. A pesar de ser oriundo de la Isla Redonda y tener una conexión sentimental muy fuerte con este barrio, nunca lo había percibido como la resistencia a esa filosofía europeísta que lleva definiendo la personalidad de Las Palmas de Gran Canaria desde hace años. Tras llegar a su última página, los paseos en bici, los chapuzones en la playa y las cervezas, las que tomé en una terraza o sentado en el muelle, tienen un sentido distinto.
Aunque Barcelona también forma parte de la historia, San Cristóbal es la tierra prometida para una protagonista que lleva años de peregrinación sentimental. En ese aspecto encontramos el siguiente acierto de Álvarez: Como peces en la red nos plantea una historia atemporal donde si los protagonistas se escribiesen por carta en lugar de hacerlo a través de Internet, la sensación seguiría siendo la misma. La necesidad de comunicarse, el deseo de escapar de la rutina, la irracionalidad del amor o los retos a los que se enfrentan las mujeres en las sociedad modernas son solo algunas de las tramas de esta novela gráfica que, una vez terminada, obligan a una relectura más pausada, ya sea para captar todos los matices o para disfrutar de la preciosa línea clara que caracteriza al autor.
Juan Álvarez ya me ha atrapado en su red y ahora te toca a ti. Enciende un cigarro, prepárate un chocolate caliente o pon en marcha el protocolario ritual que acompaña a tus lecturas de cómics y sumérgete en esta historia donde, como mínimo, llegarás a la última página con una sonrisa de oreja a oreja, algo de lo que pocos pueden presumir.