Me ha resultado cuanto menos curioso detenerme un momento para leer la definición de un término al que, por diversas razones, suelo recurrir cuando me siento a escribir un artículo, sea de la temática que sea. Dicho término es el que define un pigmento, el gris, según lo que aparece citado en las páginas del diccionario de la Real Academia Española: “Gris. Quizá del occit. gris. 1. adj. Dicho de un color: Semejante al de la ceniza o el acero, y que resulta de mezclar el blanco y el negro. U. t. c. s. m., 2. adj. De color gris., 3. adj. Carente de atractivo o singularidad. Un individuo, un paisaje gris.”
Y ahora se preguntarán ¿cuál es la razón por la que suelo recurrir a dicha tonalidad cuando se me ocurre escribir un texto cualquiera? Pues la respuesta es muy simple. Con el paso de las décadas, viviendo en este destartalado y desastroso mundo poblado, además, por una raza de “animales racionales” que raramente demuestra ese mismo raciocinio en cuestión, he terminado por aceptar que la vida de las personas transita por una enorme escala de grises, y no por valores más absolutos como lo pudieran ser el blanco y/o el negro.
Cierto es que en esa misma coloración se pueden encontrar tonalidades más claras y/o más oscuras, según se aproximen al blanco y/o al negro, una circunstancia que, extrapolada al devenir de los seres humanos, también sirve para explicar los altos y/o los bajos que toda persona sufre a lo largo de su existencia.
No obstante, esa pigmentación más clara, la cual forma parte del pesado manto que termina por representar la escala de grises, perpetua e inexorable, a la que todos nos enfrentamos, puede suponer un espejismo o, peor aún, terminar alimentando un deseo irrealizable e irresponsable por parte de algunas personas, deseo que pronto topará con la realidad circundante y con el comportamiento de quienes nos rodean.
Y, si no, que se lo digan a la agente de policía Valerie Young, una recién llegada a un cuerpo que, salvo por los símbolos, los uniformes y las armas de fuego, poco retiene del “proteger y servir” sobre el que, en teoría, se asienta todo su postulado fundacional.
La recién llegada porta un Ruger Model Blackhawk .45 Colt/.45 ACP, un arma enorme, de una tremenda potencia de fuego, y que posee, además, un claro anclaje con el mítico M1873 Colt Single Action Army .45 Revolver (SAA), aquel revolver que llevara en la funda de su cinturón cualquier servidor de la ley que se preciara de serlo, en el mítico, polvoriento y violento Old West estadounidense.
Todo esto, además de su carácter seguro y nada atribulado, algo que debería ser más una característica de quienes llevan más tiempo que ella en el cuerpo, que el de una “novata” como ella, la presentan como una suerte de revulsivo para un colectivo en el que son legión los que olvidaron el juramento que les posibilitó ser agentes de la ley.
A buen seguro, muchos de esos “compañeros de profesión” -salvo en el caso de su superior, el sargento Duane Mitchell, quien ejerce de guía y consejero de la recién llegada- piensan que la actitud de la joven no es la correcta y lo mejor es pasar desapercibido, sobrevivir en un trabajo de extrema peligrosidad en muchos de los escenarios a los que deben estar expuestos y, llegado el momento, “coger el dinero”, mirar hacia otro lado y, después, correr tanto y tan rápido como sea posible. Sí, muchos así lo piensan, lo creen y de esa forma se comportan. No la oficial Valerie Young.
Esta ni siquiera se amedrenta con el hecho de que su arma, además de imponente, es poco práctica, muy poco práctica, en un momento en donde imperan las armas automáticas y una cadencia de fuego que ha terminado por convertir al mundo actual en un enorme y desequilibrado campo de batalla, muy real y nada virtual.
No, Valerie Young está forjada según el recio molde del sheriff John T. Chance y del teniente Ethan Bishop, quien fuera a desmantelar la vetusta comisaría del barrio en el que creció para, luego, desmentir la frase de su superior en cuanto a que en nuestro mundo actual ya no hay espacio para los héroes.1
La única diferencia con el segundo, dado que su entrega profesional es la misma, reside en que Valerie sí que conocerá la identidad de a quien deberá proteger en las dependencias de la comisaria en la que trabaja. El teniente Ethan Bishop, en cambio, nunca llega a saber, por lo menos mientras dura el asedio de las dependencias policiales en la que se encuentra retenido, quién es la persona a la que está protegiendo, dado el estado de shock en el que se encuentra.
Además, en ambos casos, los dos agentes de la ley contarán con ayuda del “otro lado de la ley”. En el caso de la joven policía, la ayuda que reciba de un asesino profesional como lo es Bob Viddick será mucho más ocasional que la que le prestará un ser tan, tan… como lo es Napoleon Wilson, uno de esos delincuentes cuya leyenda acaba por sobrepasar su misma historia, pero con un sentido de la lealtad del que carece Bob Viddick. Eso sí, el segundo es un profesional y no un sociópata como Anthony Lamb, otro de los asesinos enviados para “terminar” con la vida de Teddy Murretto, el estafador de “altos vuelos” y excesiva ambición con el que deberán lidiar la joven policía y el resto de sus compañeros o, por lo menos, aquellos a los que todavía les importa la placa que llevan sujeta en su uniforme.
En realidad, Teddy Murretto es una de esas personas que ha aprendido a chapotear en la escala de grises anteriormente mencionada y, además, sacar réditos de todo ello, muchos réditos para ser exactos. Sobra decir que, para lograrlo, ha ido dejando “cadáveres por el camino”, en el sentido más literal de la palabra, y, al final, la cuerda que soportaba todo el entramado artificial sobre el que se sostenía su charada terminó por sucumbir ante su misma irracional y desenfrenada megalomanía.
Dicho todo lo anterior, queda claro que lidiar con dos amorales individuos como Bob Viddick y Anthony Lamb es solamente una consecuencia lógica, a tenor de sus actos delictivos. De la misma forma, la visceral respuesta de los que asaltan esa comisaría, que lidera el teniente Ethan Bishop, responde a una adulterada y extrema concepción de la lealtad, teñida de la sangre que se pretende derramar para vengar una afrenta anterior.
Lo ilógico -aunque el dinero siempre está ahí para desmentir cualquier máxima- es que Valerie Young deba tener que enfrentarse a un enemigo que “vive” dentro de su casa y de un mismo sistema judicial. Ni siquiera los sacrosantos agentes federales se escapan de los tentáculos de quienes utilizan su posición de privilegio para contaminarlo todo y a todos. Por lo menos, Bob Viddick sabe quién es y qué hace, algo que también sabe su compañero de armas Anthony Lamb, por mucho que podamos estar de acuerdo con su trabajo o no. Lo que resulta más difícil de digerir es el comportamiento de los agentes de la ley implicados en capturar y, si se tercia, asesinar a un ser deleznable como Teddy Murretto…
Por lo menos, Ethan Bishop, Napoleon Wilson y Leigh no debían preocuparse de otra cosa que no fuera la horda de descerebrados que pretendían acabar con su vida, en contraposición a la joven agente de la ley quien, hasta el final, deberá velar por su integridad física ante la situación en la que está inmersa.
Quizás todo el problema tenga que ver con que hay días que lo mejor es no levantarse de la cama y/o salir de debajo de ella, según sea el estado anímico en el que te encuentres, para evitar verte envuelto en disparates existenciales como los que deberá sufrir la agente Valerie Young dentro de las paredes de su lugar de trabajo y a merced de lo “peor de cada casa”, en el sentido más literal de la palabra.
Agobiante, extrema, desenfrenada y tintada de un cinismo que no disimula una clara crítica social ante la rampante corrupción que domina buena parte de nuestra sociedad, Copshop nos retrotrae a películas rodadas durante buena parte del siglo XX, sobre todo entre las décadas de los años cincuenta y los años ochenta. Es más, además de utilizar de referentes el trabajo de realizadores tales como Howard Winchester Hawks (1896-1977) o John Howard Carpenter (1948-), Copshop recurre a otros tantos referentes del pasado siglo como bien pudiera ser la banda sonora de la película Magnum Force (Ted Post, 1973), segunda entrega cinematográfica del inspector Harold Francis Callahan, más conocido como “Dirty Harry”, y todo un modelo a seguir para la joven agente que, como no podía ser de otro modo, termina por empuñar un revolver Smith & Wesson Modelo 29 del calibre 44 Remington Magnum. Eso sí, Valerie todavía no es capaz de soltar frases como aquellas de las que hace gala el inspector de policía de la ciudad de San Francisco, pero, a buen seguro, sí sería capaz de pedirle a alguien como Napoleon Wilson que la acompañara, de igual a igual, una vez terminado el desaguisado en el que hubiesen estado juntos…
Solo por eso -y por todo lo que se cuenta entre medias-, Copshop merece ser tenida en consideración, además, claro está, de por mostrarnos cómo funciona nuestra sociedad.
© Eduardo Serradilla Sanchis, Helsinki, 2021.
© 2021 Sculptor Media, Zero Gravity Management, G-BASE, WarParty Films and Raven Capital Management Distributors.
Nota:
1-. John T. Chance, personaje interpretado por Marion Robert Morrison, John Wayne (1907-1979) en la película del director Howard Winchester Hawks El Dorado (1959). Por su parte, Ethan Bishop (Austin Stoker, 1943-) es uno de los protagonistas principales de la película Assault on Precinct 13, dirigida por John Howard Carpenter en el año 1976.

Imagen 3: La decidida agente de policía Valerie Young (Alexis Louder) en una imagen de la película Copshop © 2021 Sculptor Media, Zero Gravity Management, G-BASE, WarParty Films and Raven Capital Management Distributors.

Imagen 4: Un psicópata asesino, Anthony Lamb (Toby Huss), en una imagen de la película Copshop © 2021 Sculptor Media, Zero Gravity Management, G-BASE, WarParty Films and Raven Capital Management Distributors.

Imagen 5: Y un estafador amoral, Teddy Murretto (Frank Grillo), en una imagen de la película Copshop © 2021 Sculptor Media, Zero Gravity Management, G-BASE, WarParty Films and Raven Capital Management Distributors.

Imagen 6: Valerie Young (Alexis Louder) después de un “mal” día, en una imagen de la película Copshop © 2021 Sculptor Media, Zero Gravity Management, G-BASE, WarParty Films and Raven Capital Management Distributors.

Imagen 7: Bob Viddick (Gerard Butler) después de un día cualquiera, en una imagen de la película Copshop © 2021 Sculptor Media, Zero Gravity Management, G-BASE, WarParty Films and Raven Capital Management Distributors.

Póster de la película Copshop © 2021 Sculptor Media, Zero Gravity Management, G-BASE, WarParty Films and Raven Capital Management Distributors.