Para muchos era solamente un bufón, un mero saltimbanqui del medievo, incapaz de mostrar las más mínimas cualidades interpretativas en una pantalla, más allá de sacar un arma o derribar a un oponente de un fingido puñetazo.
Poco importó que, a lo largo de su longeva carrera, trabajara a las órdenes de directores tan capitales para la historia del séptimo arte contemporáneo como lo pudieran ser Jean-Luc Godard (1930-), Jean-Pierre Melville (Jean-Pierre Grumbach, 1917-1973), François Roland Truffaut (1932-1984), Claude Henri Jean Chabrol (1930-2010) o Louis Marie Malle (1932-1995). O que no dudara en ser el protagonista principal de títulos tales como Peur sur la ville (Henri Verneuil, 1975), Flic ou voyou (Georges Lautner, 1979) o Le Marginal (Jacques Deray, 1983).
Estas últimas, ásperas, excesivas y violentas revisiones del clásico cine noir francés, teñidas de cierta crítica social y en donde su figura de policía solitario y poco amante de las restrictivas reglas del juego que había jurado defender llegaban a poner en solfa el sistema legal de su propio país, siempre fueron el blanco de todos los que no entendían su prominente papel, por entonces, dentro de la industria cinematográfica francesa.
Quizás, esa fuera la razón por la que, cansado de ser el Polichinela del cine galo, decidiera regresar a los escenarios teatrales, lugar donde comenzó su carrera, tras entender que las tablas de un teatro podían ser tan duras y exigentes como la lona de un ring de boxeo, para interpretar al personaje de Edmond Eugène Alexis Rostand (1868-1918), Cyrano de Bergerac, en una memorable temporada que demostró la validez del texto y de aquel que lo interpretaba.
En realidad, la elección de papel no es casual. La sombra del malcriado, genial, incisivo y seductor Alain Fabien Maurice Marcel Delon (1935-) siempre estuvo presente en su vida, amén del agravio comparativo con uno de los rostros -y una de las sonrisas- más reconocibles del séptimo arte contemporáneo y, como comprenderán, Cyrano de Bergerac es, estéticamente hablando, el polo opuesto a la impronta del actor, sex symbol galo y compañero de generación cinematográficamente hablando.
Al igual que su gusto por el héroe caído en desgracia, absolutamente crepuscular y, además, empeñado en mostrar las vergüenzas de su país de origen, se dan la mano en una de sus mejores actuaciones, por muy excesiva que ésta pueda llegar a resultar, en algunos momentos. Josselin “Joss” Beaumont simboliza los delirios que rodean a cualquier gobierno que utiliza a sus subordinados para tejer una red de influencias y de favores con abominables regímenes, los cuales, por otra parte, son poseedores de incalculables recursos naturales, capitales para la salvaguarda de la economía de mercado por la que se rige nuestra sociedad.
Poco importan las razones por las que el agente del servicio de inteligencia francés acudió a un “imaginario” país africano -similar a los que han formado y/o siguen formando parte del entramando de relaciones exteriores galas- y, cómo, luego, todos esos argumentos terminaron clavados en la espalda de quien, solamente, cumplía con las órdenes dictadas por los mismos indeseables de postín.
Queda para el recuerdo su imborrable impronta sujetando un Colt Python 357 Magnum, con rejilla ventilada de seis pulgadas, mientras trata de llevar a cabo la misión original que le había sido encomendada, sin reparar en los agravios que ésta le pudiera ocasionar al actual gabinete francés.
Le Professionnel (Georges Lautner, 1981) bien pudiera ser el testamento vital de quien entendió el negocio del cine como algo más que una forma de ganar de dinero, y decidió aceptar el reto de convertirlo en una aventura sin fin, tal y como antaño hiciera Douglas Elton Fairbanks Sr. (Douglas Elton Thomas Ullman, 1883-1939). Sus películas pueden resultar excesivas, deshilvanadas en algunos momentos, pero, en todas ellas, persiste ese espíritu indómito, contestatario y políticamente incorrecto que, también, se convirtió en su sello de identidad, dentro y fuera de la pantalla.
Incluso llegó a desafiar a la mismísima censura nacionalsocialista alemana y envió un ejemplar de Mein Kampf a la purificadora hoguera del tiránico régimen dictatorial alemán, para desespero de sus semejantes… ¿Se les ocurre alguien capaz de hacerlo y salir con bien del intento?
Jean-Paul Charles Belmondo (1933-2021) fue capaz de todo eso y de mucho más y, por eso, varias generaciones estaremos en deuda con él, sobre todo los que siempre hemos sido más Polichinela que galán.
Au revoir, M. Belmondo. J’ espère que partout où vous irez, vous trouverez un endroit pour trouver une nouvelle veste en cuir pour votre collection.
© Eduardo Serradilla Sanchis, Helsinki, 2021.
Nota:
1. L’as des as (Gérard Oury, 1982)

Jean-Paul Belmondo durante el festival de cine de Cannes, en el año 1964 © AFP/Getty.

Jean Paul Belmondo y Alain Delon en un descanso del rodaje de la película Borsalino © 1970 Adel Productions, Marianne Productions and Mars Film.

Jean Paul Belmondo en una imagen de la película Peur sur la ville © 1975 Cerito Films and Mondial Televisione Film.

Poster español de la película Peur sur la ville –Pánico en la ciudad– distribuida por la empresa Filmayer, S.A. © 1975 Cerito Films and Mondial Televisione Film.

Jean Paul Belmondo en una imagen promocional de la película L’as des as © 1982 Cerito Films, Gaumont International, Rialto Film and Bavaria Film.

Jean Paul Belmondo en una imagen de la película Le Marginal © 1983 Cerito Films and Les Films Ariane.

Jean Paul Belmondo en una imagen de la película Le Professionnel © 1981 Cerito Films and Les Films Ariane.