Imágenes, volúmenes y, además, palabras

4 abril, 2023

Imágenes, volúmenes y, además, palabras

4 abril, 2023

John Wick

John Wick

Según el folclor eslavo, Baba Yagá es una anciana sobrenatural, huesuda, arrugada, con la nariz de color azul y los dientes de acero que vive en las profundidades de los bosques rusos, dentro de una casa que se sostiene sobre unas patas de gallina. Dicha vivienda está rodeada de árboles y de los cráneos brillantes que coronan la valla que delimita los dominios de su inquilina. La grotesca anciana, además, posee una pierna normal y una de hueso, por lo que a menudo se le da el apelativo de «Baba Yagá Pata de Hueso». Las dos piernas representan el mundo de los vivos y el mundo de los muertos, por los cuales ella deambula sin mayor problema.

Ser perverso y cruel del que es mejor no fiarse lo más mínimo, Baba Yagá gusta, entre otros tantos excesos, de devorar niños a mordiscos. Es más, en su choza abundan los trozos de carne de quienes fueron sus víctimas. La malvada bruja no sólo se desplaza de un lugar a otro dentro de su macabra choza, sino que también lo hace montada en un almirez, a veces en una olla, mientras rema el aire con una escoba plateada. Esto sucede cuando Baba Yagá persigue con agresividad y con tesón a quienes, una vez han osado desafiar sus dominios, se niegan a aceptar el aciago destino que la bruja les tiene reservado.

Baba Yagá es, además, el sobrenombre con el que se conocía, en los esquivos y oscuros mentideros del submundo de la delincuencia más ancestral, a Jonathan Wick, un asesino con poderes ciertamente sobrenaturales y del que nadie había sobrevivido jamás, por lo menos, no sin su consentimiento.  

Sin embargo, Jonathan Wick tuvo también una infancia en la que solamente era Johnny, un mozalbete que trataba de vivir en las duras y ásperas calles del Sauzal, un concurrido espacio portuario dependiente del municipio de Ensenada, en el estado mejicano de Baja California.

Fue en aquellos instantes cuando el destino de Johnny se cruzó con el de los tres “Bills” -Pecos, Buffalo y Billy- y con la no menos desmedida Calamity, una sociópata de libro de texto médico. Entre todos, juntos y totalmente desmandados, le enseñarán al infante las reglas de funcionamiento de un mundo en donde lo que más importa es el potencial destructivo de las armas que lleves encima. Poco importó que, en medio de todo aquel fuego cruzado, fallecieran las únicas personas por las que Johnny había sentido aprecio durante su vida. Todos ellos murieron por los instintos asesinos de quienes solamente ven el mundo según el color de la sangre de sus víctimas.

Aquel instante, junto con el olor de la carne quemada y el de la pólvora vertida por el grupo de asesinos, fue el que impregnó la mente de quien luego sirvió a la parca con esmero y dedicación desde que llegara a la adolescencia. Eso sí, Johnny debió pagar una deuda con la sociedad antes de emprender, doce años después de todo aquello, un camino hacia la venganza que será capital para, más tarde, aceptar su lugar en ese mundo ya convertido en Jonathan Wick. En ese instante, con su nueva personalidad, entrará a formar parte de la liga de los asesinos a la que pertenece, The High Table, “La Mesa”, organización con unas reglas que beben de las mismas arcanas arenas del tiempo de las que se nutre el personaje del folclor ruso del que luego tomará su sobrenombre.

Lo que la historia gusta de pasar por alto, es que Jonathan Wick, lejos de toda lógica, consiguió salirse de la estricta y férrea disciplina de la liga de los asesinos a la que había pertenecido, hasta ese mismo momento. Y una vez que lo logró, Jonathan Wick sólo quiso llevar una vida normal junto al amor de su vida, Helen, pero la parca a la que sirvió con esmero y dedicación desde antes de llegar a su adolescencia no le dejó disfrutar de ese momento durante demasiado tiempo. Así, un día, esa nueva faceta de su vida se marchitó, justo cuando enterraba el cuerpo inerte de su amada.

Roto por la desesperación, el destino y el mismísimo Lucifer se conjugaron para que el otrora implacable asesino se cruzara en su camino con Iosef Tarasov, el imberbe y desmedido vástago de quien fuera su último señor, Viggo Tarasov. Sin casi tiempo para reaccionar, Jonathan Wick se vio sometido a los desmanes de quienes, de tan ignorantes que son, ni siquiera son capaces de darse cuenta de que están profanando aquello que es mejor dejarlo como está…

Con todo perdido y sin mayor esperanza en su vida que la venganza, Jonathan Wick pulverizó la losa que escondía su pasado y, al hacerlo, rompió también el sello que había mantenido cerrada la puerta del infierno al que pertenecía, con todo lo que ello conlleva.  

Poco importaron, luego, los instantes de paz que Jonathan vivió dentro de las instalaciones del sacrosanto hotel Continental -suelo sagrado para quienes pertenecen a su gremio, regentado con mano de hierro en guante de seda, por su amigo Winston… Sí, por su amigo Winston, por extraño que esto pueda llegar a sonar en mundo tan descarnado y radical como este.

Winston, fiel servidor de la organización, guardián de las tradiciones y de las estrictas reglas sobre las que se rige el escenario y quienes lo regentan, supo que ya nada sería lo mismo en el mismo momento en el que su amigo deslizó una moneda de oro para entrar en el reservado del hotel, una vez más. Winston se dio cuenta de que Jonathan Wick era un hombre movido por una misión; es decir, vengar la afrenta cometida no por el botarate de Iosef Tarasov, sino por el aquel burlón y sádico destino, que fue incapaz de darle más tiempo junto al amor de su vida.

Por todo ello, Winston también sabía que, llegado el caso, su amigo Jonathan Wick, hombre de férreos principios, llegaría a romper la regla primordial de su establecimiento; es decir, no derramar sangre sobre el suelo del hotel Continental. Al hacerlo, desataría la ira de los miembros de la organización de asesinos, celosos guardianes de las tradiciones que se pierden en la neblina de la antigüedad.

Perdida su condición de miembro- “excommunicato”, en el argot de esa pócima que conforma el alimento de una organización que mezcla elementos del pasado medieval con artilugios propios de la era pulp y los inserta, todos juntos, al lado de vetustos teclados de ordenador y teléfonos sacados del mismísimo “crack” del año 1929-, Jonathan Wick emprenderá una implacable carrera contra el tiempo, mientras una suerte de jauría humana cuenta los segundos para empezar la cacería.

Lo que todos ellos ignoran, incluyendo el estricto y pétreo inquisidor enviado por parte de quien regenta la ancestral organización, el Marqués de Gramont, es que Jonathan Wick no es una persona cualquiera. Su existencia no se rige por las mismas leyes que el resto de los humanos, por lo menos, en cuanto a tenacidad se refiere, y, llegado el momento, su sangrienta e implacable brutalidad se irá cobrando una víctima tras otra mientras la parca sonríe entre bambalinas ante el glorioso espectáculo al que estamos asistiendo. Ésta, eso sí, es una contienda sin honor, sin gloria, sin recompensa. Sólo interesa sobrevivir y poco importan los principios a los que se hacían mención anteriormente, salvo cuando es necesario reclamar el derecho a santuario que un día alguien le otorgó.

Ni siquiera sus encuentros con The Bowery King o el manager del Continental de Osaka, Shimazu Koji, los cuales, de alguna u otra forma, mantienen viva la coherencia personal por la que se debería regir la vida de un ser humano, lograrán cambiar la determinación de un ser que parece llevar esculpidas sus motivaciones sobre su propia piel, independientemente de los tintes sociopáticos que impregnan el discurso de sus antagonistas.

Sin embargo, puede que las respuestas a todos los interrogantes que rodean la figura del implacable asesino sean mucho más fáciles de encontrar. Puede, incluso, que sus motivaciones no sólo estén relacionadas con la figura de la descarnada, imparable y sanguinaria bruja del folclor ruso. Puede que, en realidad, Jonathan Wick sea un ser arcano y demoniaco, cuya existencia cambió cuando su destino se cruzó con Helen, quien, por unos breves instantes, le enseñó cuáles eran las motivaciones y los sentimientos por los que se rigen los seres humanos. Todo aquello fue solamente un espejismo, un sueño irreal y, tras la muerte de la instigadora de aquella quimera, el Ángel Caído llamó a Jonathan Wick para que volviera a ocupar su lugar dentro de las legiones de averno infernal.

Y puede que, Jonathan Wick sea TODO eso y mucho más, aunque, para descubrir toda la verdad, debiéramos descender hasta el séptimo círculo del infierno, de la mano de su guía espiritual, Dante Alighieri, luego de superar los estadios anteriores, con lo que ello conllevaría para nuestra psique humana y terrenal.

© Eduardo Serradilla Sanchis, Helsinki, 2023.

John Wick © 2023 Summit Entertainment, 87Eleven, Lionsgate & Thunder Road Pictures. John Wick and all related characters and elements © & ™ Summit Entertainment, 87Eleven, Lionsgate & Thunder Road Pictures. John Wick es una creación de Derek Kolstad

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