En las facultades de periodismo, por lo menos, las que se precian de serlo, se enseña que la primera víctima de toda guerra es la verdad, sobre todo por parte de quienes empiezan mintiendo para justificar dicha contienda. Sin embargo, lo que muchos parecen olvidar es que, junto a ella, cogida de la mano, está la inocencia simbolizada en los niños, que ven, mudos por el terror y la desolación, los desmanes que se suceden a su alrededor.
Y es sobre estas dos premisas donde se apoya La tumba -y/o cementerio, según la traducción- de las luciérnagas, una de las obras cumbre de la animación contemporánea, entendiendo esta disciplina como algo más que un divertimento para los más pequeños. Su autor fue el director Isao Takahata (高畑 勲, Takahata Isao,1935-2018) -mitad indiscutible, junto con Hayao Miyazaki (宮崎 駿, Miyazaki Hayao, 1941-), del estudio Ghibli (Kabushiki-gaisha Sutajio Jiburi)-, uno de los máximos exponentes y, además, baluartes, de la animación considerada como un medio de expresión para el público adulto y capaz de entender lo que una película de “dibujos animados” les puede aportar.
La tumba de las luciérnagas (Hotaru No Haka) está basada en el relato homónimo del escritor japonés Nosaka Akiyuki (野坂 昭如, Nosaka Akiyuki, 1930-2015), publicado en el año 1967. En sus páginas se relatan, de forma semi-biográfica, sus experiencias antes de y durante la guerra del Pacífico así como luego, en la posguerra, aparte de hacer hincapié en las razones por las cuales Japón se sumergió en una contienda como aquella.
Hay que tener en cuenta que Nosaka Akiyuki forma parte de los autores surgidos después del desaforado imperialismo japonés de principios del siglo XX, conocidos como “La generación de las cenizas” (Yakeato Sedai). Al final, los deseos expansionistas del sistema político japonés de aquellos precisos instantes se quebraron, de forma brusca, luego del lanzamiento de las dos primeras bombas atómicas de la historia, utilizadas en un conflicto bélico, «Little Boy» (Hiroshima, 06.08.1945) y “Fat Man” (Nagasaki, 09.08.1945).
Los efectos de la contienda y de sucesos tan desgarradores como lo fue el bombardeo con bombas incendiarias de fósforo sobre la ciudad japonesa de Kobe -los días 16 y 17 de marzo del año 1945, por parte de los Boeing B-29 Superfortress del vigésimo primer comando aéreo norteamericano- se reflejan en este relato. De esta forma entendemos las contradicciones de una sociedad atrapada, en esos momentos, entre el “glorioso pasado imperial” y el brusco cambio de mentalidad que surgió tras el final de la contienda, el cual obligó a la sociedad japonesa a integrarse en las corrientes de pensamiento que había propiciado el siglo XX, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial.
Dicho todo lo anterior, lo más difícil de asimilar es el ser mudos testigos del drama y la sinrazón de una contienda y de sus efectos, vistos por los ojos de sus protagonistas. Seita es un adolescente al que se le ha obligado a crecer, sin saber cómo, al lado de su hermana pequeña, Setsuko. No tienen apenas tiempo de asimilar lo que pasa, mientras buscan una tabla de salvación a la que sujetarse, algo que también le sucedió al escritor cuando perdió a su padre adoptivo en el bombardeo anteriormente citado, y a dos hermanas, como consecuencia directa de la escasez de alimentos que recorría su país de un extremo a otro, siendo también un adolescente.
El caso es que el relato despertó el interés del director Isao Takahata, quien se puso en contacto con el escritor. Nosaka Akiyuki, al principio, no estaba muy convencido de la viabilidad del proyecto en cuestión. Sin embargo, el escritor cambió radicalmente de idea al ver las primeras ilustraciones y fue, entonces, cuando tuvo claro que la animación era el vehículo perfecto para adaptar su relato, contado, además, con el guion del propio director.
El resultado final supone una de las propuestas más duras y desgarradoras de cuantas se han realizado sobre los efectos de una contienda, amén de ser una de las películas más adultas de cuantas ha presentado el estudio Ghibli.
La película se vale de un fantástico uso del flashback, un recurso que tan bien modelara Billy Wilder en su imprescindible Sunset Boulevard (1950), o Rudolph Maté y el tándem Rocky Morton y Annabel Jankel en las dos versiones de la película D.O.A., en los años 1950 y 1988, respectivamente, para contarnos los sucesos que se irán desarrollando en los instantes finales de la contienda bélica. La animación, limpia y de trazos claros, se completa con un cromatismo que reflejará los distintos estadios de la acción de manera descriptiva y real, sin necesidad de ningún artificio extra.
Esto no quiere decir que el director y guionista renuncia a criticar las actitudes de los distintos protagonistas, quienes, por momentos, parecen más interesados en mantener sus posturas vitales que en buscar soluciones ante el desastre que se desarrolla delante de sus ojos. Solo la pequeña Setsuko parece darse cuenta de la realidad de manera más clara que el resto, aunque la inocencia, como la verdad, es a la última a la que se le hace caso.
Al final, cada pieza se colocará para mostrarnos el tapiz final, donde todo termina como ya sabemos que lo hará desde que aparece el plano que abre la narración de esta película de “animación” mucho más seria y descarnada que decenas de propuestas cinematográficas “de imagen real” que no tienen las agallas de contar lo que Isao Takahata sí hace.
Y es que su propio título, La tumba de las luciérnagas, simboliza muy bien lo que supone una guerra; es decir, un lugar donde se entierran todas las ilusiones, sueños y esperanzas en el futuro de quienes terminan siendo sus protagonistas. En el caso de esta historia, la triste realidad de una sociedad que debió ser testigo de cómo aquello en lo que creía acabó desapareciendo como la luz de una luciérnaga, después de una tormenta.
Es, sin duda, una obra de rabiosa actualidad, en medio de un mundo mediático empapado, en estos mismos momentos, mayo del año 2022, de otra de tantas contiendas insensatas, torticeras e interesadas, orquestadas por quienes, luego, en la postguerra, verán engordar su cuenta de resultados… Una cuenta de resultados teñida de la sangre de las víctimas y el sufrimiento de los refugiados. Y, mientras tanto, nuestro viejo y maltrecho planeta se sigue llenando de más tumbas como la que da título a esta película.
© Eduardo Serradilla Sanchis, Helsinki, 2022
© 1988 Shinchosha Company and Studio Ghibli.











La tumba de las luciérnagas (Hotaru No Haka) © 1988 Shinchosha Company and Studio Ghibli.