Pocas, muy pocas, son las verdades absolutas que acompañan a una persona desde que nace hasta que muere, por mucho que la sociedad trate de colocar barreras artificiales para lograr que miremos hacia otro sitio y no seamos conscientes de nuestra propia realidad. En nuestro mundo son muchas las falsedades impuestas por la necesidad de huir de aquello que nunca nos abandonarán, hagamos lo que hagamos y vivamos como vivamos. Pensamos que, por rodearnos de cosas materiales, por convivir con personas con las que mantenemos unos frágiles e impuestos lazos de sangre, por obtener el éxito profesional y pecuniario, podremos evitar que, al caer la noche, nos invada esa sensación de soledad que nos acompañará desde el mismo momento en el que, abruptamente, nacemos.
La soledad (Del lat. solĭtas, -ātis. 1. f. carencia voluntaria o involuntaria de compañía. / 3. f. pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo.) es una palabra corta, pero llena de tanto sentido, y nos logra condicionar, sobremanera, a lo largo de nuestra existencia. Nada ni nadie puede evitar que una dama tan posesiva, tenaz y persistente como ella siempre esté presente, recordándonos cuál es nuestra verdadera esencia como vulnerables seres humanos que somos ante sus desasosegantes manejos.
Ahora, y sin olvidar ninguno de los detalles del telón de fondo descrito en los párrafos anteriores, imaginen que la vida en nuestro planeta está a punto de desaparecer y que no hay fuerza humana, ni divina, que lo evite. Un planeta llamado Melancolía se dirige hacia la órbita de la Tierra y solo queda esperar el final rodeados, como es lógico pensar, de la mayor de las soledades, la que impregna cada poro de tu piel y casi no te deja respirar. Una sensación de asfixia que embarga la existencia de Claire, una mujer atrapada entre el dinero y los deseos de su caprichoso y vulnerable marido John; los requerimientos de su hijo Leo; y la depresión que está acabando con la vida de su hermana Justine.
Justine, la joven y prometedora diseñadora gráfica que, al principio de la historia, se casa con Michael, rodeada de su familia -tan disfuncional como lo pudiera ser nuestra misma sociedad- y que descubre, en medio de todo aquello, que su vida lleva una deriva tan desalentadora como frustrante. Justine, la joven a la que su hermana Claire quiere y odia casi con la misma intensidad. Justine, la joven a la que su madre castiga con su resentimiento y a quien su hedonista padre confunde con sus ligues adolescentes. Justine, la joven que sabe cosas, cosas que nadie sabe o que nadie quiere aceptar y que será capaz de asumir con una naturalidad casi divina, el final que le espera al que ha sido su planeta hasta la llegada del bíblico juicio final, en este caso, transmutado en el planeta Melancolía.
Justine, la joven que termina por aceptar que la soledad no es un estado del que se deba huir, sino todo lo contrario, tumbada desnuda en plena noche mientras Melancolía llega hasta nuestra atmósfera. Justine, el eje central de una de las películas más sobrecogedoras e intensas de cuántas se han estrenado en los últimos tiempos, gracias a una estética y una puesta en escena que te envuelve, te atrapa y te seduce a partes iguales. Justine, la joven que actúa al ritmo de la música y del tempo del preludio del primer acto de la ópera Tristan und Isolde, obra del compositor alemán Wilhelm Richard Wagner (1813-1883), conocido como “Preludio y muerte de amor”, y al que se sujeta el director del relato cinematográfico sobre el que se sustenta esta historia para darnos su visión personal de lo que significa la palabra soledad.
Justine es también la que nos lleva de la mano, casi se diría que nos empuja, para que veamos una clara y diáfana radiografía de la disfuncionalidad sobre la que se articula nuestra sociedad actual, y todo el entramado artificial y mezquino que la rodea, simbolizado en la boda con la que comienza la película. Su “enlace” con Michael y el ir y venir de todos los pequeños dramas que se desarrollarán a partir de ese momento a su alrededor abocarán a la protagonista a jugárselo todo a una sola carta, una decisión que le supondrá perder lo que hasta ese momento era verdaderamente importante en su existencia. Después, solo Claire será capaz de asumir la responsabilidad de cuidar de una Justine que, como el planeta Tierra, sabe que le queda poco para desaparecer.
Para Claire, Justine supone un foco de problemas para con su marido John, el inestable y adinerado sujeto anteriormente citado, quien a duras penas soporta la situación a pesar de intentarlo; y para con su hijo Leo, un niño que verá cómo su vida se va desmoronando por la llegada de una situación que traerá aparejada una implacable soledad que no dudará en tocar a la misma puerta de su habitación.
Dicho esto, será el aplomo de Claire lo que ayudará a Justine a sobrellevar ese mismo sentimiento de soledad que la embarga y del que ha tratado huir hasta ese mismo momento, un sentimiento del que también será partícipe Leo. Gracias al apoyo de su hermana, el destino que está a punto de alcanzarlos no logrará quebrarla como sí hace con John, quien prefiere huir en solitario. Esta idea también le ronda en la cabeza a Claire, pero la desecha debido a Leo.
Ya no queda tiempo para los esquivos destellos de una esperanza vana y engañosa, como las mentiras que nos repetimos para tratar de levantarnos cada mañana, al igual que hacen los personajes que pueblan las novelas, relatos y películas que hablan del fin del mundo, desde que el ser humano trata de mantener una memoria colectiva de sus mismas inseguridades como raza y como civilización. Buscar un lugar donde apoyarse para que el fin de su existencia sea lo más llevadero posible, incapaces de articular cualquier otro discurso, llegado ya el momento en el que se encuentran, termina por ser una cuestión baladí, si se deja atrás lo que verdaderamente importa.
Por eso y una vez que el telón está a punto de caer, Justine, Claire y su hijo Leo compartirán un último atisbo de humanidad y, sobre todo, de lucidez, sabedores de la tragedia que les ha tocado vivir. No hay tiempo ya para huir ni para esconderse. Melancolía es el punto final de una farsa llamada planeta Tierra, y ya nada ni nadie podrá hacer nada para empeorar más las cosas. Tan solo quedará la soledad del espacio exterior, tan embriagadora y posesiva como la que acompañó a Justine a lo largo de su existencia.
El director danés Lars von Trier (1956-) lidera esta película junto con el excelente trabajo de los siguientes actores: Kirsten Caroline Dunst (1982-), Charlotte Lucy Gainsbourg (1971-), Alexander Johan Hjalmar Skarsgård (1976-) y Kiefer William Frederick Dempsey George Rufus Sutherland, (1966-), cuatro actores capaces de conformar el mosaico de tristeza, fragilidad, soledad, depresión y melancolía ideado por el director y guionista de la producción.
Melancholia –Melancolía en nuestra geografía- es una película hermosa, dura, lírica e intensa como la música del compositor teutón con la que se abre el telón, además de tremendamente triste y desasosegante. También es una película brillante en muchas de sus escenas, pero que algunas veces cae en la autocomplacencia de un director que gusta de bucear en la psique humana de una forma un tanto críptica para el espectador que está viendo sus realizaciones.
Melancholia, a su vez, es una película de género, aunque sin grandes efectos, ni centenares de figurantes, ni con una música que no te deja disfrutar de lo que sucede en la pantalla. La cinta es solamente el testamento vital de unas personas indefensas, las cuales están a punto de abandonar su existencia terrenal y, con ello, todos los miedos que han atenazado su vida.
Al final, el guion nos pone sobre la mesa de juego una opción tan válida como cualquier otra. Es decir, cuando ya no hay lugar a donde ir, lo mejor es quedarse quieto y dejarse llevar, queriendo encontrar esa paz interior que siempre, por una causa o por otra, se nos escapa de entre las manos entre tanto ruido de fondo, mensaje social y otras tantas zarandajas que pululan a nuestro alrededor para impedirnos ser las personas que nos gustaría ser, eso sí, siempre que nos dejaran los demás.
De igual forma, Melancholia nos formula una pregunta que no creo que muchas personas quisieran responder ni ahora ni nunca y que, en la situación que nos ha tocado vivir, en este siglo XXI, todavía parece menos distópica y sí más desasosegante ¿Qué haría si me tocara vivir una experiencia como esa?
Esta misma pregunta la responde el director con su película y les aseguro que su discurso sí que merece la pena, lejos de los excesos y exabruptos verbales, los cuales han caracterizado buena parte de su carrera profesional. Luego queda el sentir de cada uno mientras ve las imágenes sin que nadie le moleste a su alrededor, salvo la soledad que siempre nos acompaña, por mucho que pensemos lo contrario.
© Eduardo Serradilla Sanchis, Helsinki, 2021.
© 2021 Zentropa Entertainments/ International Sweden/ International Köln, Memfis Film, Slot Machine, Liberator Productions and Magnolia Pictures.
© 2013 Studio KXX.

Melancholia IM1: Justine (Kirsten Dunst) en una de las imágenes utilizadas para la promoción de la película Melancholia © 2011 Christian Geisnaes/Magnolia Pictures.

Melancholia IM2: Michael (Alexander Skarsgård) y Justine (Kirsten Dunst) en una imagen de la película Melancholia © 2011 Christian Geisnaes/Magnolia Pictures.

Melancholia IM3: Justine (Kirsten Dunst) en una imagen de la película Melancholia © 2011 Christian Geisnaes/Magnolia Pictures.

Melancholia IM4: Claire (Charlotte Gainsbourg); John (Kiefer Sutherland) y Justine (Kirsten Dunst) en una imagen de la película Melancholia © 2011 Christian Geisnaes/Magnolia Pictures.

Melancholia IM5: Justine (Kirsten Dunst) y Claire (Charlotte Gainsbourg) en una imagen de la película Melancholia © 2011 Christian Geisnaes/Magnolia Pictures.

Melancholia IM6: Claire (Charlotte Gainsbourg) y John (Kiefer Sutherland) en una imagen de la película Melancholia © 2011 Christian Geisnaes/Magnolia Pictures.

Melancholia IM7: Justine (Kirsten Dunst) en una imagen de la película Melancholia © 2011 Christian Geisnaes/Magnolia Pictures.

Melancholia IM8: Uno de los carteles utilizados para la promoción de la película Melancholia © 2021 Zentropa Entertainments/ International Sweden/ International Köln, Memfis Film, Slot Machine, Liberator Productions and Magnolia Pictures.

Melancholia IM9: Versión alternativa del cartel de la película Melancholia, encargada por la empresa de la República de Corea, Plain Archive, en el año 2013 y con motivo de la promoción del Blu-ray, comercializado en dicho país. © 2013 Studio KXX.

Melancholia IM10: Carátula de la versión en Blu-ray de la película Melancholia, diseñada por Studio KXX/ Krzysztof Domaradzki para la edición comercializada, en el año 2013, por la empresa de la República de Corea, Plain Archive. © 2013 Studio KXX.