La muerte de un CREADOR y COMUNICADOR, ambas con mayúsculas, como lo fuera Fernando Fernández “Fernán” Gómez (1921-2007), a pesar de la tremenda pérdida que supuso para el mundo de la cultura española, no fue, en su momento, una absoluta sorpresa. El actor, director, ensayista y académico de la lengua, entre otras cosas, llevaba tiempo enfermo y sus apariciones en público eran realmente pocas durante sus últimos años.
Fernán Gómez era muchas cosas, pero quien dio una más que acertada descripción de él fue Marisa Paredes (María Luisa Paredes Bartolomé, 1946-), presidenta de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España entre los años 2000 y 2003. Esta, durante la entrega de la Medalla de Oro de dicha institución al veterano actor, dijo que Fernán Gómez se había ganado aquella medalla “por anarquista, por poeta, por cómico, por articulista, por académico, por novelista, por dramaturgo, por único y por consecuente”.
Y creo que, sobre todo el último término, consecuente, define muy bien la trayectoria vital de uno de los grandes “CÓMICOS”, también con mayúsculas, de la escena española. Su trabajo, sus escritos, sus impresiones y, por qué no, su mal genio ante la mediocridad y la vulgaridad, forman parte del legado cultural de un país que peca de tener, precisamente, dicho apartado cultural como una GRAN “asignatura pendiente” dentro de nuestra sociedad.
Dicho esto, lo mejor de todo es que la última película que rodó el gran actor, un año antes de fallecer, pasó desapercibida para el gran público y, sobre todo, para quienes presumen de saber de cine y trabajar en pos de él. Sí, muchos no estuvieron por la labor de perder su tiempo en una maravillosa historia de amor como lo es Mia Sarah. Imagino que tanto la crítica como el público no supieron ver más allá de un reparto compuesto por estrellas de la televisión, en medio de las cuales figuraba, no se sabe muy bien la razón, según dichas mentalidades, el nombre de Fernando Fernán Gómez.
Tiene su gracia que, el mismo día de la muerte del actor, la página web de Filmax -empresa responsable de la distribución y coproducción de la película- se vio obligada a volver a colgar las imágenes y los textos relacionados con la película, dada la avalancha de solicitudes de quienes, es más que posible, no le hicieran el más mínimo caso a Mia Sarah cuando esta se estrenó.
Yo admito que no pude verla en el momento de su estreno, al no residir ya de manera fija en España. Sin embargo, ello no me impidió comprarla, en formato DVD, nada más salir esta al mercado. De alguna u otra manera, la propia idea de la película y la información que en su día sí recibí de ella -tarde, pero recibí- me sedujo y, al verla, mis sensaciones se multiplicaron por mil.
Lo mejor de Mia Sarah, además del “denostado” reparto, es el halo de atemporalidad que tiñe toda la narración. Hay momentos en los que da la sensación de que estamos en la casa en la que Sir James Matthew Barrie (1860-1937) escribió su inmortal Peter Pan y sólo nos queda por ver saltando a unos mozalbetes por entre las estanterías llenas de libros para pensar que estamos en la antesala del País de nunca jamás.
Es más, Samuel, uno de los protagonistas y verdadero cruce de caminos entres las distintas historias que se desarrollan a lo largo de la narración, es un “niño perdido”, en medio de un mundo que no le gusta en absoluto. Y Gabriel, el psicólogo que piensa que a los enfermos también se los puede curar sin necesidad de atiborrarlos a pastillas, representa al perfecto Peter Pan contemporáneo, nada deseoso de crecer en un mundo que no entiende sus ideas.
En medio de los dos se encuentra Marina, una suerte de Wendy -igualmente contemporánea, pero mucho más condicionada por su misma condición de mujer- empeñada en hacer lo que sea necesario para ayudar a su hermano Samuel, mientras trata de sobrevivir a los continuos “ataques” de la sociedad en la que vive, simbolizada en el dueño del lugar donde trabaja, un respetable señor casado, todo sea dicho.
Marina es, también, una princesa de cuento de hadas que un día despertó, de forma abrupta, y descubrió que todo su mundo se había hecho pedazos al morir sus padres. Desde entonces vive una existencia triste y solitaria a la espera de que algún día llegue su príncipe encantado a salvarla, si que es que todavía queda alguno pululando por este mundo materialista y mezquino.
Hay un cuarto personaje, el cual determinará el desenlace de toda la narración de la que somos testigos. Más bien diría que tal personaje es el motor por el que se organiza la mente de Samuel, lo que a la postre influye en todos los que le rodean. Este personaje es Paul, el gran escritor que un día dejó de escribir para llevar una vida solitaria, y un tanto amargada, al perder el uso de sus piernas. En aquel momento, Paul no sólo perdió la capacidad de andar, sino su pasión por la única mujer de su vida, Sarah. Como todo romántico convencido, Paul prefirió apartarla de su vida antes que arrastrarla con su desesperación. Y cuando Sarah, la reina de las hadas y guardiana de las musas de Paul, se marchó, todo su mundo se vino abajo.
En medio de este dantesco escenario, será Samuel el responsable de que Paul retome la pluma y el verbo y escriba su última gran obra: el tratado definitivo para cortejar y enamorar a una mujer. ¿Y quién mejor que Gabriel, cuya vida amorosa se ha limitado a una sola novia, que lo abandonó por un colega de profesión con mejor posición, para probar el infalible sistema de Paul y Samuel? Con lo que no contaba el dúo es que Gabriel centra todos los conocimientos adquiridos en Marina, la cual le corresponde de una manera tan patosa y encantadora como lo pudiera hacer él.
Todo esto, en realidad, parece sacado de una de aquellas maravillosas comedias románticas, con toques de enredo y cierto dramatismo, escritas por el bardo anglosajón por excelencia, William Shakespeare (1564-1616), más si tenemos en cuenta que la narración se desarrolla en un doble nivel, según las palabras de Paul y las vivencias de Marina y Gabriel.
Como toda buena trama de cuentos de hadas, hay un ser mezquino. En esta ocasión es el dueño de la heladería Princesa, quien no dejará marchar a la dulce Marina sin luchar. Craso error por su parte, aunque será Marina quien sufra las consecuencias de su enfado, pues pierde su trabajo y una seguridad tan pasada como irreal. Y, mientras tanto, Samuel, que ya ha olvidado su enfermedad y su miedo a salir al mundo, emprenderá un viaje que lo llevará hasta el lugar donde la reina de las hadas, su abuela Sarah, la reputada actriz británica Phyllida Ann Law, (1932-), ha vivido todo este tiempo, mezclada con los humanos, hasta el día de hoy…
Mia Sarah es, ante todo, un cuento de hadas trasplantado hasta nuestro mundo real, con la magia, el misterio y el encanto de los relatos clásicos. Cada detalle de la película, magníficamente planificada por su director, Gustavo Ron, responde a los esquemas de los cuentos clásicos, sobre todo a los que prosperaron durante la Inglaterra victoriana. Además, la atmósfera que empapa toda la película y la música son dos de los elementos que nos transportan hasta un lugar en el que parece que se ha parado el tiempo.
Y en medio de todo aquello resuenan las voces de los protagonistas, en especial la de Paul, interpretado de manera magistral, pero sin necesidad de alardes por Fernando Fernán Gómez. Suya será la voz que enseñará a Samuel el infalible método para lograr que Gabriel se enamore de una mujer, aunque al final la escogida sea Marina. Suyas serán las enseñanzas que determinará la decisión de Samuel de marcharse en busca de la reina de las hadas.
Y suyo será el legado que permitirá a los protagonistas empezar de nuevo, siendo quienes quieren ser. Al final, los dos “patitos feos” descubrirán que sus propias palabras son más que suficientes para lograr que el cuento tenga un final feliz.
Ignoro si el final escogido por Gustavo Ron, también guionista de la historia junto con Edmon Roch, fue lo que no gustó a los sesudos críticos hispanos. O que el reparto estuviera encabezado por actores como Daniel Guzman (Policías, Aquí no hay quien viva); Verónica Sánchez (Los Serrano); Diana Palazón (Al salir de clase, Hospital Central), y Manuel Lozano (Nada es para siempre), “mequetrefes televisivos” que no tenían, entonces, la necesaria carrera profesional a sus espaldas como para siquiera plantearse una película protagonizada por ellos. Sea como fuere tengo claras dos cosas: quienes no fueron a verla se perdieron una de las historias más deliciosas de cuantas se han rodado en las últimas décadas, y que si la historia se hubiera rodado en cualquier otro país del mundo -el Reino Unido, por ejemplo, la respuesta no hubiese sido la misma, ni por parte del público ni por parte de la crítica.
Por lo menos queda el consuelo de verla en casa, para aquellos que se animen a recuperarla, aunque con ello se pierda un poco la magia que siempre aporta la luz proyectada sobre la pantalla de una sala cinematográfica. Sin embargo, les puedo asegurar que merece la pena ver este último trabajo de un gran actor como lo fue Fernando Fernán Gómez y disfrutar con su sola presencia en la pantalla, junto con el resto de los actores que lo acompañan.
Dicho esto, sirvan estos párrafos como homenaje a su figura, su impronta y su legado.
© Eduardo Serradilla Sanchis, Helsinki, 2007-2023
© Castelao Producciones, El Capitán Pictures y Formato Producciones S.L., 2006

MiaSarah IM1: Samuel (Manuel Lozano) y su abuelo Paul (Fernando Fernán Gómez) durante una de sus conversaciones, en una imagen de la película Mia Sarah © Castelao Producciones, El Capitán Pictures y Formato Producciones S.L., 2006.

MiaSarah IM2: Marina (Verónica Sánchez), hermana mayor de Samuel y una niña obligada a dejar atrás el “País de Nunca Jamás” demasiado pronto, en una imagen de la película Mia Sarah © Castelao Producciones, El Capitán Pictures y Formato Producciones S.L., 2006.

MiaSarah IM3: Samuel (Manuel Lozano) y Gabriel (Daniel Guzmán), su nuevo y atípico terapeuta, en una imagen de la película Mia Sarah © Castelao Producciones, El Capitán Pictures y Formato Producciones S.L., 2006.

MiaSarah IM4: Gabriel (Daniel Guzmán) y Marina (Verónica Sánchez), antes siquiera de aceptar cuál es su papel en este cacareado mundo, en una imagen de la película Mia Sarah © Castelao Producciones, El Capitán Pictures y Formato Producciones S.L., 2006.

MiaSarah IM5 Paul (Fernando Fernán Gómez) y Gabriel (Daniel Guzmán), justo cuando el segundo descubre el legado literario y poético del primero, en una imagen de la película Mia Sarah © Castelao Producciones, El Capitán Pictures y Formato Producciones S.L., 2006.

MiaSarah IM6: Poster del estreno de la película en España © Castelao Producciones, El Capitán Pictures y Formato Producciones S.L., 2006.