Imágenes, volúmenes y, además, palabras

20 abril, 2021

Imágenes, volúmenes y, además, palabras

20 abril, 2021

Personal Shopper

Personal Shopper

El mundo en el que vivimos cada vez es más extraño e impersonal. Antes, descolgábamos el teléfono y escuchábamos la voz de la persona a la que habíamos llamado sin mayores complicaciones. Ahora, si no se habla por videoconferencia, vía Skype, Zoom, Messenger y/o WhatsApp, mejor no se habla y punto. Sin embargo, lo que “mola más” es llenarte el teléfono de mensajes insustanciales, iconos de pesadilla y fotos, fotos y más fotos… ¿He dicho ya fotos? La inmensa mayoría de ellas, desenfocadas y sin ninguna trascendencia para quien las recibe…

¿Y qué me dicen del auge y proliferación de los llamados “influencers”? Antes, no hace tanto, eran y se les llamaba V.I.P. y, de alguna u otra forma, marcaban estilo por lo que habían hecho, dicho o planeaban hacer. Sin embargo, hoy en día basta con abrir una cuenta en Youtube, Facebook y/o Instagram, sólo por citar algunas de las herramientas a su alcance, y, sin mayor reparo y decoro, empezar a enseñar tal o cual producto, mientras se presume de haber estado en un determinado evento -sea cierto o no- y, cómo no, saltarse sin reparos todas las normas éticas y estéticas que antaño regulaban la publicidad, la promoción y la imagen corporativa de una empresa y/o producto. Luego sólo queda pedir a los amigos que le den difusión, toda la que puedan y a todas horas, y, si se es lo suficientemente zafio, insultante y transgresor, el efecto dominó hará el resto.

Al final -y como en todo- hasta en esto hay clases, un hecho que explica que, entre este nuevo segmento de la manada -perdón, de la población-, haya quien hasta se permite tener un asistente personal que le aguante las neurosis, se encargue de hacerle las compras y/o exija a las marcas que desean fagocitar la supuesta “influencia” de dichos influencers todo aquello que se les venga en gana.   

Maureen (Kristen Jaymes Stewart), la protagonista de la historia sobre la que les hablaré, es una joven estudiante de diseño y moda que, mientras trata de recuperarse de la muerte de su hermano gemelo Lewis, trabaja como compradora personal de una egocéntrica actriz, Kyra (Nora von Waldstätten), la cual anda demasiado ocupada con su agitada vida personal como para preocuparse por la situación en la que se encuentra inmersa Maureen; es decir, la persona que logra que Kyra luzca cual pincel decimonónico en las fotos que se publican en las redes sociales. Maureen no solamente se preocupa de ir a buscar el sin fin de caprichos que se le antojan a la actriz, sino que también carga con la responsabilidad de justificar los desmanes que la otra comete para con algunas de las prendas que las tiendas le ceden para que luego las luzca en un determinado escenario.

En realidad, Maureen permanece en París -soportando las vejaciones verbales y el desprecio de la individua para la que trabaja- porque está empeñada en contactar con el espíritu de su hermano muerto. Al igual que le sucedía a él, Maureen posee poderes psíquicos desde que era una niña y confía en que, estando en Francia, lugar donde éste residía, llegue a poder contactar con su espíritu. Esta situación, claro está, le acarrea a la joven un continuo desasosiego y un estado cercano a la depresión que la actriz californiana plasma merced a una cuidada y medida fragilidad gestual, la cual nos lleva a pensar que su personaje se va a quebrar, sin mediar palabra, delante de nosotros. Luego, en la secuencia siguiente, todo cambia y, de nuevo, es capaz de dominar la situación como si nada de lo anterior hubiera sucedido.

Por si fuera poco, su relación de pareja se circunscribe a las conversaciones que mantiene con su novio por medio de videoconferencia, dado que éste vive en un emirato árabe y poco puede hacer, salvo escucharla y animarla en su empeño por encontrar algún vínculo que le pueda poner en contacto con su hermano, ante la distancia, física y emocional, que los separa.

Y en medio de todo esto, Maureen empieza a recibir mensajes de texto en su teléfono, mensajes anónimos que la llevarán hasta un lugar que nada tiene que ver con su vida cotidiana, pero que, por eso mismo, se le antoja diferente y tremendamente atractivo. En un escenario como en el que se encuentra atrapada, la inestabilidad de la joven se torna en curiosidad rodeada de cierto morbo al estar jugando a una charada para la que no está preparada, aunque ya lo sepa de antemano. Al hacerlo se olvida de la indefensión y la frialdad con la que la trata la actriz de marras y, por ello, todo el conjunto termina por suponerle un salvavidas en medio de una vida que lleva naufragando más tiempo del que ella misma quisiera admitir.

Son esos momentos llenos de silencios, pero colmados, de sobra, por las expresiones, las miradas y las dudas de la joven delante de un espejo -una vez que se ha puesto uno de los vestidos destinados para el disfrute de su jefa-, los que resultan más atractivos y enriquecedores dentro de toda la película rodada por el director Olivier Assayas (1955-), quien también es responsable del guion. Se podría decir que el director tiene muy bien aprendido el dicho que dice que “el diablo está en los detalles” y nadie mejor que Kristen Stewart (1990-) quien, poco a poco, se va desprendiendo de las brumas de su papel de Bella Swan en la saga Twilight (2008-2012) para demostrar cuán cierto puede llegar a ser una frase hecha, en el más amplio sentido de la palabra.  

Es más, por momentos el espectador se olvida de que Personal Shopper es, también, una película de género, con apariciones e instantes sobrenaturales. El único problema es que cuesta trabajo perder de vista las tribulaciones de Maureen, inmersa en una situación mucho más cercana a la pesadilla que otra cosa, como para reparar en fenómenos paranormales, que los hay, por mucho que los escribidores de rigor -sobre todo cuando se habla de películas producidas en Francia- se olviden de mencionarlos.

Sea como fuere, Personal Shopper pone sobre la mesa los modos y maneras de una sociedad, cada día más artificial, simplona e insustancial, y los mezcla con la existencia, mucho más intensa y provechosa, de una joven que busca encontrar las mismas respuestas que buscamos todos. Eso sí, sin dejarse encandilar demasiado por las luces de una bohemia que se ha olvidado mirarse en los espejos del callejón del gato para darse cuenta de quién en realidad es, por mucho que se niegue a aceptarlo.  

© Eduardo Serradilla Sanchis, Helsinki, 2021  

Personal Shopper © 2021 CG Cinéma, Vortex Sutra, Sirena Film, Detailfilm, Arte France Cinéma, ARTE & SCOPE Invest

Imágenes © 2017 Carole Béthuel

Personal Shopper’s illustration poster © 2021 Lisa Wood

Personal Shopper’s illustration poster © 2021 Mondo and IFC Films

Imágenes 1-5: Maureen Cartwright (Kristen Stewart) en la película Personal Shopper. © 2021 CG Cinéma, Vortex Sutra, Sirena Film, Detailfilm, Arte France Cinéma, ARTE & SCOPE Invest. Imagen © 2017 Carole Béthuel.

Imagen 6: El director y guionista Olivier Assayas y la actriz Kristen Stewart en una pausa del rodaje de la película Personal Shopper © 2021 CG Cinéma, Vortex Sutra, Sirena Film, Detailfilm, Arte France Cinéma, ARTE & SCOPE Invest.

Personal Shopper poster Reino Unido © 2021 CG Cinéma, Vortex Sutra, Sirena Film, Detailfilm, Arte France Cinéma, ARTE & SCOPE Invest.

Personal Shopper‘s illustration poster © 2021 Lisa Wood. El poster de Personal Shopper, obra de la artista Lisa Wood «Tula Lotay» formó parte del catálogo de la empresa Mondo © 2021 Mondo and IFC Films.

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