¿Se han preguntado alguna vez qué es lo que les infunde un pavor que puede llegar a rozar lo irracional? Si lo han hecho y luego lo han compartido con quienes les rodean, se habrán dado cuenta de que cada persona tiene sus propios demonios interiores anclados en lo más profundo de su psique. En muchos casos, dichos demonios conforman una imaginería compartida por el resto de la humanidad, sin importar el territorio donde residan, ni la edad, etnia, credo y/o sexo de cada persona.
Imaginen, ahora, que están embarcados en un buque de guerra, el cual responde al nombre de USS Indianapolis (CL/CA-35) -uno de los dos cruceros pesados de batalla, clase Portland, construidos a principios de la década de los años treinta, del pasado siglo XX- de regreso de una misión secreta justo en los compases finales de la Segunda Guerra Mundial. La misión, a pesar del velo hermético que la ha rodeado, desde el primer instante, ha discurrido sin mayores sobresaltos. Por ello y tras entregar aquello que se debía entregar en la isla de Tinián -una de las tres islas principales de la Mancomunidad de las Islas Marianas del Norte- y, después de una parada en la base naval situada en la isla de Guam, el barco en el que te encuentras navega hasta la isla filipina de Leyte sin mayores preocupaciones que las que acarrean aquellos nuevos marineros de remplazo que se subieron para sustituir a quienes ya habían completado su periodo de estancia en el navío.
Y así hubiera debido transcurrir el guion establecido, de no ser por la salva de seis torpedos disparados por el submarino japonés, tipo crucero, I-58 -clase Otsu/ Gata B-3-, al mando del teniente comandante de la marina Imperial japonesa Mochitsura Hashimoto, la madrugada del día 30 de julio del año 1945.1
Aquellos torpedos, dos de los cuales lograron impactar contra el navío, acabaron, en tan sólo doce minutos, con la trayectoria de un navío de 9950 toneladas, botado en el año 1931 y, además, se cobraron la vida de, al menos, 300 de los 1196 tripulantes embarcados.2
Visto con la perspectiva que dan los años, quienes perdieron la vida y terminaron, luego, reposando dentro del puente de mando, las bodegas, los camarotes y el resto de las dependencias del buque hundido no debieron enfrentarse a una de las mayores pesadillas que debe asumir un tripulante cualquiera cuando el navío en el que se encuentra naufraga o, como le sucedió al USS Indianapolis, es torpedeado y enviado a las profundidades marinas.
Esta pesadilla tiene que ver con las consecuencias directas de estar abandonado y flotando en el mar, sin suministros y a merced de la deshidratación, la hipotermia, la descamación, los delirios y las alucinaciones provocadas al estar expuesto al sol y sin ninguna protección. No obstante, el mayor peligro, por lo menos en aquellas aguas tropicales, estaba representado por los escualos que, tras el hundimiento del navío, hicieron acto de presencia para reclamar, primero, las vidas de quienes estaban severamente heridos y, después, de quienes se encontraban entre los heridos, pero aún no habían llegado a impregnar el agua con su sangre.
Ante tal escenario, poco pudieron hacer los supervivientes, tal y como luego narró Quint, uno de aquellos marinos que padeció dicho suplicio durante los días que debieron esperar hasta que un Lockheed PV-1 Ventura de la marina estadounidense los localizó flotando en la superficie.3
«…el barco se hundió en 12 minutos y no vi el primer tiburón hasta media hora después, un tigre de unos cuatro metros. ¿Usted sabe cómo se calcula esto estando en el agua? Usted dirá que, mirando desde la dorsal hasta la cola, pero nosotros no sabíamos nada. Nuestra misión de la bomba se hizo tan en secreto que ni siquiera se radió una señal de naufragio (risa irónica por parte del superviviente). No se nos echó de menos hasta días después del hundimiento.
Con las primeras luces del día llegaron muchos tiburones y nosotros fuimos formando grupos cerrados, algo así como aquellos antiguos cuadros de batalla, igual que la que había visto en una estampa de la Batalla de Waterloo. La idea era que, cuando el tiburón se acercara a uno de nosotros, éste empezara a gritar y a chapotear. A veces el tiburón se iba, pero otras veces permanecía allí y se quedaba mirándole a uno fijamente a los ojos… Una de sus características es sus ojos sin vida, de muñeca, ojos negros y quietos. Cuando se acerca a uno se diría que no tiene vida, hasta que le muerde. Esos pequeños ojos negros se vuelven blancos y entonces ¡ah! Entonces se oye un grito tremendo y espantoso, el agua se vuelve de color rojo, y a pesar del chapoteo y del griterío ves cómo esas fieras se acercan y te van despedazando.
Supe luego que aquel primer amanecer perdimos cien hombres. Creo que los tiburones serían un millar, que devoraban hombres a un promedio de seis por hora…
A mediodía del quinto día apareció un avión de reconocimiento, nos vio y empezó a volar bajo para identificarnos. Era un piloto joven, que, como digo, nos vio, y tres horas después llegó un hidro de la Armada que empezó a recogernos. ¿Saben una cosa? Fueron los momentos en que pasé más miedo, esperando que me llegara el turno. Nunca más me pondré el chaleco salvavidas.
De aquellos 900 hombres que cayeron al agua solo quedamos 316. Al resto los devoraron los tiburones… No obstante, entregamos la bomba.»4
Lo que entonces ignoraba quien pone voz a esta historia es que los responsables de las comunicaciones del USS Indianapolis sí que tuvieron tiempo de transmitir una señal de socorro -contradiciendo la teoría que circuló durante décadas, que decía lo contrario-, pero ninguna de las tres estaciones en donde se recibió la señal del navío actuó en consecuencia, ni dio la señal de alarma. Esto explica la razón del desasosegante y desgarrador lapso de tiempo que transcurrió desde el impacto de los torpedos del submarino japonés y el posterior rescate de los supervivientes del navío estadounidense.
Por culpa de dicha negligencia, aquellos hombres debieron enfrentarse a la soledad, el agotamiento y la indefensión, mientras la pérdida de consciencia, los delirios y las dentelladas de los tiburones oceánicos de punta blanca y de los tiburones tigres iban diezmando las vidas de muchos de los que sobrevivieron al ataque del sumergible japonés, aquel fatídico lunes del mes de julio del año 1945 del pasado siglo XX.2
Esta historia es auténtica, salvo por la persona que recita el monólogo, texto abocetado en uno de los primeros borradores del guion escrito por el escritor Howard Oliver Sackler (1929-1982) a lo largo de dos páginas.
Luego, el director y guionista John Frederick Milius (1944-), tras recibir una llamada de su compañero de estudios, el director Steven Spielberg, lo desarrolló a lo largo de diez intensos e increíbles folios, escritos en tan solo una noche y que, por sí solo, daba para luego rodar una película sobre dicha temática. Más tarde, el actor, escritor y guionista Robert Archibald Shaw (1927-1978) lo redujo hasta las cinco que conforman el esqueleto de una secuencia que marcó a toda una generación de espectadores y a directores y guionistas recién llegados al mercado.5
El hundimiento del USS Indianapolis, el 30 de julio del año 1945 -en la película se cita el 29 de julio como fecha del suceso, pero los archivos desclasificados y los testimonios confirman que el barco fue hundido a las 00:15 de la madrugada del día siguiente-, forma parte de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, y no solamente por la pesadilla sufrida por quienes sobrevivieron al ataque del submarino japonés.6
La falta de respuesta y las razones por la que no se hizo caso a la llamada de socorro -desde la borrachera de uno de los responsables de una de las estaciones, hasta la orden de otro de los responsables, quien exigió que no se le molestara bajo ningún concepto- son dignas de un museo de la incompetencia y falta de responsabilidad por parte de quienes juraron cumplir con su deber, por su condición castrense y, además, por encontrarse en un periodo bélico como en el que se encontraban.
Por añadidura, el hundimiento del USS Indianapolis, la embarcación que llevó los componentes necesarios para terminar de ensamblar “Little Boy” -el nombre con que se bautizó a la bomba atómica lanzada desde el bombardero estadounidense Boeing B-29 Superfortress, Enola Gay, sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, el lunes 6 de agosto de 1945, primera de las dos bombas atómicas que se detonaron ese mismo año- terminó por ocupar el primer lugar en la macabra lista de fallecidos por ataques de escualos en alta mar, tras un hundimiento.
Todos estos elementos explican la razón de sustentar el personaje interpretado por Robert Shaw en la película Jaws (Zanuck/Brown Productions, 1975) sobre este trágico suceso. Como muy bien lo resume Nigel Andrews en su libro sobre la película Jaws, sin el monólogo del Indianapolis la película sería como Hamlet sin su “ser o no ser”. Proporciona la columna vertebral de la película, y la ancla emocionalmente con el espectador al responder quién es el personaje de Quint mientras nos hace pensar en la naturaleza del terror y los límites -o falta de ellos- de la venganza.7
Lo mejor de todo es que, como también sucede con la desgarradora y desasosegante muerte de Chrissie Watkins (Susan Jane Backlinie, 1946-) en los instantes iniciales de la película protagonizada por el temible depredador, el espectador es quien debe recomponer ambas secuencias en su cabeza, sobre todo en el caso de la que hemos hablado más en profundidad. Sin embargo, en el caso de la joven que es atacada por el escualo gigante mientras se está bañando, sí que somos testigos del desgarrador y lacerante dolor que está sintiendo durante el ataque8, algo que choca con el sudoroso, cínico y, a ratos, inexpresivo rostro de Robert Shaw mientras recita el monólogo que él mismo autoeditó para adaptarlo a las necesidades del rodaje.9
Y es ahí donde reside la mayor validez de una película tan elogiada, comentada y, en cierto modo, desvirtuada como la que dirigiera Steven Spielberg en la década de los años setenta del pasado siglo XX; es decir, provocar el miedo, la desazón, el pánico no con lo que se ve, sino con lo que el espectador intuye y/o se imagina. El enorme y sanguinario tiburón termina por no dar tanto miedo como el rostro contraído por el sufrimiento de Chrissie o el monótono y demoledor relato de Quint, responsable de provocar una y mil pesadillas en las mentes de quienes acudieron al cine y terminaron imaginándose que eran algunos de aquellos supervivientes del USS Indianapolis, abandonados a su suerte y sin ninguna esperanza a la que poder agarrarse, salvo ser testigos de su propia y sanguinaria defunción.
© Eduardo Serradilla Sanchis, Helsinki, 2021.
© 2021 Zanuck/Brown Productions and Universal Pictures.
Notas:
1-. Otsu-Gata B3 type. Built under the 1941 War programme. Repeated Otsu-Gata B1 type, differing only by decreased engine power: that allowed to raise an endurance significantly. Number of spare torpedoes has slightly increased. Three units of this model were launched. 伊54 [I54] was sunk 24.10.1944 E off Surigao Straits by US escort destroyer Richard M. Rowell. 伊56 [I56] was sunk 18.4.1945 E off Okinawa by US carrier aircraft and destroyers Collett, Heermann, McCord, Mertz and Uhlmann. 伊58 [I58] was scuttled by Americans 1.4.1946.Navypedia. Http://Www.Navypedia.org/. Retrieved June 16, 2021, from http://www.navypedia.org/ships/japan/jap_ss_b3.htm
2-. Of the Indianapolis’ original 1,196-man crew, only 318 remained, some sources say 316. Estimates of the number who died from shark attacks range from a few dozen to almost 150. It’s impossible to be sure.
Geiling, N. (2013, August 8). The Worst Shark Attack in History. Smithsonian Magazine. https://www.smithsonianmag.com.
3-. After 11:00 a.m. on their fourth day in the water, a Navy plane flying overhead spotted the Indianapolis survivors and radioed for help. Within hours, another seaplane, manned by Lieutenant Adrian Marks, returned to the scene and dropped rafts and survival supplies. When Marks saw men being attacked by sharks, he disobeyed orders and landed in the infested waters, and then began taxiing his plane to help the wounded and stragglers, who were at the greatest risk. A little after midnight, the USS Doyle arrived on the scene and helped to pull the last survivors from the water.
4-. El monólogo completo en su versión original en inglés es el siguiente:
Japanese submarine slammed two torpedoes into her side, Chief. We was comin’ back from the island of Tinian to Leyte. We’d just delivered the bomb. The Hiroshima bomb. Eleven hundred men went into the water. Vessel went down in 12 minutes.
Didn’t see the first shark for about a half-hour. Tiger. 13-footer. You know how you know that in the water, Chief? You can tell by lookin’ from the dorsal to the tail. What we didn’t know, was that our bomb mission was so secret, no distress signal had been sent. They didn’t even list us overdue for a week. Very first light, Chief, sharks come cruisin’ by, so we formed ourselves into tight groups. It was sorta like you see in the calendars, you know the infantry squares in the old calendars like the Battle of Waterloo and the idea was the shark come to the nearest man, that man he starts poundin’ and hollerin’ and sometimes that shark he go away… but sometimes he wouldn’t go away.
Sometimes that shark looks right at ya. Right into your eyes. And the thing about a shark is he’s got lifeless eyes. Black eyes. Like a doll’s eyes. When he comes at ya, he doesn’t even seem to be livin’… ’til he bites ya, and those black eyes roll over white and then… ah then you hear that terrible high-pitched screamin’. The ocean turns red, and despite all your poundin’ and your hollerin’ those sharks come in and… they rip you to pieces.
You know by the end of that first dawn, lost a hundred men. I don’t know how many sharks there were, maybe a thousand. I do know how many men, they averaged six an hour. Thursday mornin’, Chief, I bumped into a friend of mine, Herbie Robinson from Cleveland. Baseball player. Boson’s mate. I thought he was asleep. I reached over to wake him up. He bobbed up, down in the water, he was like a kinda top. Upended. Well, he’d been bitten in half below the waist.
At noon on the fifth day, a Lockheed Ventura swung in low and he spotted us, a young pilot, lot younger than Mr. Hooper here, anyway he spotted us and a few hours later a big ol’ fat PBY come down and started to pick us up. You know that was the time I was most frightened. Waitin’ for my turn. I’ll never put on a lifejacket again. So, eleven hundred men went into the water. 316 men come out, the sharks took the rest, June the 29th, 1945. Anyway, we delivered the bomb.
5-. Furman, R., Nolan, J. F., & Parsons, W. (2016, June 3). Atomic Heritage Foundation. Www.Atomicheritage.Org. https://www.atomicheritage.org/history/uss-indianapolis
6-. A pesar de las décadas transcurridas, todavía existe cierta controversia en relación con la autoría del monólogo recitado por el actor Robert Shaw. Independientemente de a quien se le ocurriera la idea de incoporar la tragedia del USS Indianapolis al guion de la película, aunque John Milius siempre se ha apuntado este tanto, hay voces que quieren desmentir que el monólogo fue, sobre todo, el trabajo conjunto entre Milius y el actor Robert Shaw. Quien más ha tratado de cambiar el imaginario ha sido el también guionista Carl Gottlieb (1938-). Éste mantiene que John Milius sólo fue una de tantas personas a las que recurrió Steven Spielberg para tratar dicho monólogo y que, al final, fue el actor británico quien lo terminó por definir. No obstante, el director mantiene que Milius fue capital para lo que luego se vería en las pantallas de los cines de todo el mundo. En este apartado en particular, recomiendo el documental Milius, dirigido por Joey Figueroa y Zak Knutson en el año 2013 (Chop Shop Entertainment and Haven Entertainment). En dicho documental, el director Steven Spielberg explica la razón por la que se puso en contacto con John Milius y cuál fue la respuesta de éste, a la mañana siguiente, luego de atender su petición, tal como se ha tratado de explicar en el texto de este ensayo téorico.
7-. Andrews, N. (2000). Jaws (2nd ed.). Bloomsbury Publishing Plc.
8-. The shark even gives her (and us) a moment´s break, a mini interval, allowing Chrissie to hold on to a buoy, to catch her breath, to shiver. We see that she´s praying and sobbing, but the shark doesn´t. He isn´t listening. He can´t perceive what happens above the surface. When she´s gone the music stops, and there´s nothing but the sound of the sea and the buoy, which doesn´t so much give our guts time to settle down and leaves us incontrovertibly aware of the mute act of witnessing.
9-. Because the speech is a collage. Pure impressionism. And it´s given its momentum by Shaw´s minimalist tonal range -his voice moves scarcely further than the semitone oscillations of the Jaws theme itself. Behind these phrases is Earnest Hemingway. Understatement. Deliberate repetition. An immediate reigning-back of any emotional eruption.
Quirke, A. (2002). Jaws (1st ed.). British Film Institute.
Imágenes 1A y 1B: El USS Indianapolis. Credit: PhotoQuest/Getty Images © 2021. All rights reserved.

Imagen 2: Ilustración que recrea la última travesía del USS Indianapolis © 2021 Encyclopædia Britannica, Inc. All rights reserved.

Imagen 3: Consolidated Vultee PBY-2 Catalina © 2021 The Catalina preservation society. All rights reserved.

Imagen 4: Survivors of the heavy cruiser USS Indianapolis (CA-35) are brought ashore from the U.S. Navy hospital ship USS Tranquillity (AH-14) at Guam, 8 August 1945. Nurses and sailors are watching from the hospital ship’s deck. Official U.S. Navy photo 80-G-K-5986 from the U.S. Navy Naval History and Heritage Command. From Wikimedia Commons

Imagen 5: Quint (Robert Shaw) y Matt Hooper (Richard Dreyfuss), a la derecha de la imagen, durante el monólogo del primero sobre la tragedia del USS Indianapolis. Jaws © 2021 Zanuck/Brown Productions and Universal Pictures.

Imagen 6: Matt Hooper (Richard Dreyfuss); Martin Brody (Roy Scheider) y Quint (Robert Shaw) en la cubierta de la embarcación del último de ellos, llamada Orca. Jaws © 2021 Zanuck/Brown Productions and Universal Pictures.

Imagen 7: Chrissie Watkins (Susan Jane Backlinie) durante el desgarrador ataque del escualo que acaba con su vida. Jaws © 2021 Zanuck/Brown Productions and Universal Pictures.

Poster de la película Jaws © 2021 Zanuck/Brown Productions and Universal Pictures.