El trauma emocional es una «herida psicológica» que puede ser provocada por situaciones diversas, generalmente extraordinarias, inquietantes, abrumadoras y perturbadoras, que van más allá de las experiencias usuales.
Estas situaciones altamente estresantes englobarían grandes desastres naturales, “graves amenazas a la vida o a la integridad física, amenazas verdaderas o daños a los hijos, cónyuge, familiares, amigos; destrucción súbita del hogar, presenciar la muerte o heridas graves de otra persona como resultado de un accidente o de un acto de violencia física” (DSM-5).
El trauma, sin importar su origen, afecta de tal manera a la salud, a la seguridad y al bienestar de la persona, que esta puede llegar a desarrollar creencias falsas y destructivas sobre sí misma y del mundo que la rodea.
En general, se considera como algo normal que ante determinados eventos reaccionemos con tristeza, ansiedad, enfado, irritabilidad, alteración del comportamiento… durante un breve periodo de tiempo (Reijneveld, Crone, Verlhust y Verloove-Vanhorick, 2003, Dyregrow y Yule, 2006). Sin embargo, a veces, esas dificultades se vuelven tan intensas y duraderas que provocan serios problemas en el funcionamiento personal y de adaptación psicosocial.
Hay que tener en cuenta que no siempre somos capaces de recordar todo lo que nos ha pasado a lo largo de nuestras vidas. A veces, memorias sobre hechos traumáticos quedan olvidadas o fragmentadas.
Según la corriente psicológica nacida con el psicoanálisis, se trata de fenómenos disociativos que imposibilitan recordar lo sucedido, que surgen como un mecanismo de defensa elaborado por nuestra psique, que nos proporciona una respuesta protectora natural a la arrolladora experiencia traumática, permitiéndonos salir adelante para sobrevivir (Kisiel y Lyons, 2001).
La consideración de que se produzca un impacto tan fuerte que provoque cambios en la personalidad es de gran importancia para el estudio de la persona y de su desarrollo emocional, ya que situaciones adversas, cercanas y cotidianas no solo pueden determinar síntomas y alteraciones psicológicas, sino que llegan a comprometer el desarrollo completo de la personalidad.1
Los párrafos anteriores sirven, casi se diría, como una guía para entender el comportamiento y, de paso, asimilar lo que le sucede a Rachel, una madre que acaba de sufrir la abrupta y descarnada pérdida de uno de sus hijos. No sabe cómo salir de una situación que la está devorando, día a día, minuto tras minuto, mientras, a través de la ventana, mira un columpio abandonado.
Ante tal situación, su marido, Anthony, decide que la mejor forma de sanar las heridas es regresar a su país de origen, Finlandia. Así abandonan el bullicio y la aglomeración de Nueva York, en un tiempo, eso sí, anterior a las redes sociales, los teléfonos inteligentes y el mundo globalizado.
¿Es esta la mejor solución? Sobre el papel, el cambio debería ser beneficioso, tanto para la pareja como para el hijo superviviente, Elliot. La muerte de su hermano gemelo, Nathan, lo ha atrapado, si pudiera ser, más que a sus progenitores, extendiendo sobre él una alargada y pesada sombra que parece no querer dejarle disfrutar de una vida que ya no es, ni por asomo, igual que cuando ambos estaban vivos.
El problema vendrá después, cuando, en el nuevo escenario escogido por Anthony, las cosas no marchen como a él y a Rachel les hubiera gustado. De una forma o de otra, da la sensación de que el tiempo y el espacio no es el mismo que dejaron atrás… Además, la comunidad en la que se encuentran parece anclada en una suerte de bucle donde las cosas no suceden como en el espacio en el que la pareja antes se encontraba.
Lo cierto es que Rachel tampoco sabe cómo expresarlo -menos, en el estado en el que se encuentra-, pero las miradas, los gestos y hasta las propias historias que se cuentan de aquel lugar son tan desasosegantes como las pesadillas en las que una madre recuerda y/o cree recordar lo que le sucedió, segundos antes de que uno de sus hijos perdiera la vida, mientras ella conducía el vehículo en el que ambos se encontraban.
Tampoco es que esté segura de que lo que le ocurre sea real, por mucho que Helen, una ciudadana británica afincada en aquel lugar perdido en medio de ninguna parte, se esfuerce en hacerle entender a Rachel que las cosas no son como deberían ser… Según Helen, Rachel no está equivocada. Algo no está bien en aquella comunidad, dentro de aquellas casas, y ni siquiera una fiesta de bienvenida termina siendo ni una fiesta ni, mucho menos, una bienvenida para los recién llegados.
¿Será, quizás, que Rachel navega ya entre los meandros de ese río que separa la cordura de la locura? O, en realidad, ¿no será que aquella hermética comunidad esconde secretos que pueden llegar a poner en peligro la vida de Elliot?
Es cierto, como indica uno de los párrafos de la definición médica del trauma que, no siempre somos capaces de recordar todo lo que nos ha pasado a lo largo de nuestras vidas, a veces memorias sobre hechos traumáticos quedan olvidadas o fragmentadas. Sin embargo, Rachel siente, en sus entrañas, que esas nuevas pesadillas que se han sumado a las que ya la perseguían tras la muerte de Nathan son más una advertencia que una macabra broma de su maltrecha psique, y piensa que debe hacer algo al respecto.
Una cosa es pensarlo y otra, muy distinta, es escapar cuando ni siquiera la persona en la que más confías parece estar de tu lado y solo ves ante ti las tinieblas de tus propios miedos, queriéndote llevar hasta sus dominios más profundos.
Al final, ¿qué opciones…? ¡No! Mejor dicho, ¿qué realidades le quedan a Rachel para poder escapar de todo aquello?
© Eduardo Serradilla Sanchis, Helsinki, 2022.
© Don Films, 2022
Nota:
1-. Humet, N. (2017). ¿Qué es el trauma y cómo influye en nuestras vidas? Https://psicologiaymente.com/. Retrieved April 11, 2022, from https://psicologiaymente.com/clinica/trauma.

Rachel (Teresa Mary Palmer) y su hijo Elliot (Tristan Ruggeri) en una imagen de la película The Twin – Paha kaksonen © Don Films, 2022.

Un cortejo fúnebre de pesadilla, luego de una muerte muy real, en una imagen de la película The Twin – Paha kaksonen © Don Films, 2022.

Rachel (Teresa Mary Palmer) en el cortejo fúnebre que le persigue en sus pesadillas, en una imagen de la película The Twin – Paha kaksonen © Don Films, 2022.

Anthony (Steven Cree) en una imagen de la película The Twin – Paha kaksonen © Don Films, 2022.

Rachel (Teresa Mary Palmer) y su hijo Elliot (Tristan Ruggeri) en una imagen de la película The Twin – Paha kaksonen © Don Films, 2022.

Rachel (Teresa Mary Palmer); Anthony (Steven Cree) y su hijo Elliot (Tristan Ruggeri) en una imagen de la película The Twin – Paha kaksonen © Don Films, 2022.

Rachel (Teresa Mary Palmer) en una imagen de la película The Twin – Paha kaksonen © Don Films, 2022.

Rachel (Teresa Mary Palmer) y su hijo Elliot (Tristan Ruggeri) en una imagen de la película The Twin – Paha kaksonen © Don Films, 2022.

Rachel (Teresa Mary Palmer) en una desasosegante imagen de la película The Twin – Paha kaksonen © Don Films, 2022.