Imágenes, volúmenes y, además, palabras

28 diciembre, 2020

Imágenes, volúmenes y, además, palabras

28 diciembre, 2020

Una guía para entender la Primera Guerra Mundial: 1917

Una guía para entender la Primera Guerra Mundial: 1917

La Primera Guerra Mundial, la “Gran Guerra”, aquélla que iba a terminar con las contiendas humanas tal y como éstas se conocían hasta ese momento, no fue sino una macabra letanía de muerte, de destrucción y de exterminio masivo, sin parangón hasta entonces, sustentada, ésta, sobre una agónica, demencial, interminable y sanguinaria guerra de trincheras que terminó por ser la causante de que una generación de jóvenes desapareciera bajo el tronar de las implacables baterías de artillería, las armas químicas y el inmisericorde traqueteo de las ametralladoras que no sólo se llevaron por delante al arma de caballería.  

La Gran Guerra, además, fue el banco de pruebas ideal y soñado para que la industria en general -y la armamentística, en particular- sacara pecho y demostrara hasta dónde se había llegado para lograr aniquilar a la raza humana y, de paso, hacer negocio.  

Aquélla fue, también, una contienda donde los fusilamientos se convirtieron en el método por excelencia para mantener alta la moral y castigar a quienes desobedecían las órdenes, décadas antes de que el concepto de “estrés postraumático” ni siquiera se formulara. Y mientras tanto los generales, cómodamente sentados en sus despachos, ordenaban una nueva e insensata carga contra cualquiera del sin fin de trincheras que ahondaban los escenarios en los que se desarrolló la contienda, eso sí, sin reparar en la cantidad de vidas humanas que iban a perecer, merced a sus torticeras decisiones.  

Cierto es que no todos los mandos que participaron eran unos seres intransigentes e incapaces de ver el enorme coste que la contienda se estaba cobrando en vidas humanas, pero, visto el desenlace final, las listas de fallecidos y la posterior incapacidad de los vencedores por buscar una solución duradera para la convivencia en el continente europeo -por mucho que los historiadores se empeñen en afirmar que el tratado de Versalles fue la solución “menos mala”- cuesta trabajo pensar que esto fuera así.  

Uno de esos mandos, el general Erinmore, sí que fue capaz de ver todo aquel sinsentido y, en medio de una húmeda, incómoda e insalubre trinchera, quiso marcar la diferencia al tratar de evitar una nueva masacre en una contienda que, si por algo se significó fue, precisamente, por masacrar combatientes desde el primer minuto y sin descanso.  

El problema es que, para lograrlo, el general debía enviar a dos de sus soldados, al cabo Blake y al cabo Schofield, para que eviten que un coronel ataque una de esas “valiosas” trincheras que no dejaban de escupir a quienes luego fallecían como los animales en el matadero, desangrados y en “tierra de nadie”. Sobra decir que el tiempo es un factor vital y que el escenario donde se moverían, nada más abandonar la trinchera en la que se encontraban, no sería tan placentero como si estuvieran dando un paseo por la campiña británica durante una sobremesa de verano, hecho que el teniente Leslie les recuerda a ambos nada más recibir las órdenes de su superior, ordenándole que ayude a sus dos mensajeros1

Leslie es uno de aquellos jóvenes oficiales que llegaron al escenario bélico desfilando desde sus pueblos natales y que, luego, dieron con sus huesos en las mismas trincheras en la que vivieron y murieron millones de soldados, rodeados de inmundicia, ratas y desolación. Cuando el oficial se encuentra con Blake y Schofield poco o nada queda de quien pensó que la contienda duraría unos pocos meses y que regresarían victoriosos y desfilando por donde mismo habían partido.  

Y es que, desde el primer momento, este viaje contra el reloj y contra los elementos supondrá para los dos protagonistas un recorrido por los modos, las maneras, los escenarios, los participantes y las víctimas de aquel demencial enfrentamiento que, en un momento dado, pareció no tener final.  

Quizás el instante en que los protagonistas llegan a una batería alemana, abandonada y destruida por los efectivos prusianos del ejército de su majestad el Káiser Guillermo II de Alemania, supone una imborrable e impagable imagen de lo que fue la Primera Guerra Mundial. El espacio, anteriormente ocupado por varias piezas de artillería, majestuosas, éstas, al llegar, ahora es sólo un enorme y desolado vertedero, lleno a rebosar de vainas de artillería y con los cañones desgarrados e inservibles. Basta con ver aquel decorado para entender los esfuerzos de las grandes compañías armamentísticas -y los de los políticos que trabajan según los dictados de dichas empresas- para lograr que los gobiernos terminen por dirimir sus diferencias en un campo de batalla, y no sobre una mesa de negociaciones.  

Luego está la reacción del piloto alemán al que los dos soldados salvarán de morir abrasado en la carlinga de su aeroplano, tras ser éste, derribado y cómo el aviador germánico recompensará tal acto de generosidad, una circunstancia que servirá para entender mucho mejor el puzle final de la contienda.   

En aquellos escasos instantes en donde impera cierta cordura, los soldados se cruzarán con todo un “vademécum” de caracteres, personalidades y comportamientos que servirían, en conjunto, para definir a quienes combatieron en esta guerra y de cuyos primeros ejemplos ya hemos hablado anteriormente. Uno de esos personajes es el Capitán Smith, un oficial que aún no han perdido su capacidad para razonar en vez de dejarse llevar por al ansia de gloria que parece perseguir a muchos de sus compañeros de armas. Smith y Lauri, la joven refugiada y superviviente, que lucha por salir indemne -ella y su criatura, recién nacida- de toda aquella barbarie son los únicos ejemplos de la humanidad tal y como ésta debería ser entendida2

Todo lo demás, incluyendo los camaradas de armas con los que comparten transporte, escenario bélico o una ruta de escape que les permita sobrevivir, representan la deshumanización a la que se ve sometido el ser humano cuando éste se sumerge en una contienda bélica, por mucho que se quiera pensar lo contrario.  

Ni siquiera la pose estoica, guerrera, y casi diría que espartana, del coronel MacKenzie se sostiene en medio de aquella dantesca puesta en escena, tiempo atrás devorada por la insensatez, que termina por dominar el devenir de la sociedad en la que, nos guste o no, andamos inmersos.  

1917 no es una narración fílmica sobre una contienda que finalizó hace ya un siglo. 1917 es una guerra, tal cual, sin alteraciones, enfoques épicos y/o románticos, ni nada el estilo. Es una contienda vista bajo el objetivo de una cámara incansable, impenitente, a ratos agobiante y que no pierde de vista ni a sus protagonistas, ni a los avatares a los que dichos protagonistas deben hacer frente durante el tiempo en el que somos testigos de la particular tragedia vital.   

En un mundo donde todo se trivializa y en donde impera la inmediatez más insensata, 1917 sería como ese video que se vuelve “viral” por lo impactante de sus imágenes, independientemente de lo nocivas, subversivas y/o ilegales que puedan llegar a ser. Lo cierto es que, a diferencia de los vídeos anteriormente comentados, ninguno de los protagonistas sale indemne de sus experiencias, parece querer decir Sam Mendes, director y guionista junto con Krysty Wilson-Cairns. Esto hay que tenerlo más en cuenta, pues la principal fuente, la que dio pie a esta historia, fue su abuelo, cabo como los dos protagonistas, entre 1916 y 1918, formando parte del Cuerpo de Fusileros Reales británicos3

Los dos guionistas, dicho alto y claro, reivindican que en una guerra no hay vencedores, sino víctimas y supervivientes. El resto de los calificativos se reservan para quienes se divierten redactando y firmando los mismos tratados de paz que, luego y sin la menor provocación, se quebrantan para, a reglón seguido, empezar con otra confrontación distinta pero, en lo esencial, igual que todas las anteriores.  

© Eduardo Serradilla Sanchis, Helsinki, 2020 

© 2020 Amblin Partners, DreamWorks, Neal Street Productions and New Republic Pictures 

Notas:  

1- La película se mueve sobre una premisa similar a la que sirve de base argumental para Gallipoli (Peter Weir, 1981)  

2- The verse that Schofield recites to the French baby is part of the poem “The Jumblies” by Edward Lear. The poem could be seen as a metaphor for Blake and Schofield’s mission. “Though the sky be dark, and the voyage be long, Yet we never can think we were rash or wrong…” 

3- Inspired by Sam Mendes’ grandfather’s experiences in WWI: “The Autobiography of Alfred H. Mendes 1897-1991”. 

Bibliografía recomendada:  

Carrillo Enrique Gómez, Reverte, J. M., & Galdós, B. P. (2014). Campos de batalla y campos de ruinas (Crónicas de la Gran Guerra) (1st ed., Vol. 1). A Coruña: Ediciones del Viento, S.L. 

Hart, P. (2011). Gallipoli (1st ed., Vol. 1). London: Profile Books LTD. 

Imagen 1: El Cabo Blake (Dean-Charles Chapman) y el Cabo Schofield (George MacKay) en una imagen de la película 1917 © 2020 Amblin Partners, DreamWorks, Neal Street Productions and New Republic Pictures.

Imagen 2: Mark Strong (capitán Smith) en un momento del rodaje de la película 1917 © 2020 Amblin Partners, DreamWorks, Neal Street Productions and New Republic Pictures.

Imagen 3: El general Erinmore (Colin Firth) en una imagen de la película 1917 © 2020 Amblin Partners, DreamWorks, Neal Street Productions and New Republic Pictures.

Imagen 4: El Cabo Schofield (George MacKay) y el coronel MacKenzie (Benedict Cumberbatch) en una imagen de la película 1917 © 2020 Amblin Partners, DreamWorks, Neal Street Productions and New Republic Pictures.

Imagen 5: El teniente Leslie (Andrew Scott) en una imagen de la película 1917 © 2020 Amblin Partners, DreamWorks, Neal Street Productions and New Republic Pictures.

Imagen 6: Dean-Charles Chapman, Sam Mendes y George MacKay en un momento del rodaje de la película 1917 Photo by Francois Duhamel / Universal Pictures © 2020 Universal Pictures and Storyteller Distribution Co., LLC. All Rights Reserved.

Poster de la película 1917 © 2020 Amblin Partners, DreamWorks, Neal Street Productions and New Republic Pictures.

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