Una de las razones por las que me gusta el cine de género radica en que, por mucho que los seres humanos nos empeñemos en esconderlo, hay un elemento que sobresale sobre cualquier otro dentro de una sociedad como la nuestra; es decir, los mayores monstruos somos nosotros mismos. No hace falta crear criaturas que se alimenten de nuestra sangre, nuestras vísceras o nuestra esencia vital. Si quieren saber cómo luce un monstruo, tal cual, mírense al espejo y verán el aspecto de la peor plaga que lleva azotando, desde tiempos inmemoriales, a este planeta y a quienes viven en él. Poco importa que luego vaya vestido de uniforme, cargado de símbolos religiosos y/o ideológicos, o luciendo un exclusivo y caro traje a medida, dado que todo esto es solo un mero envoltorio que sirve para que, de primeras dadas, no veamos a la malévola criatura que lo porta en realidad.
Esta máxima, además del empeño de las sociedades humanas por dividir en grupos a sus integrantes, sustenta la primera película del actor y guionista Taylor Sheridan, Wind River. Sheridan, autor de los guiones de Sicario y Hell or high water, pone el foco de su historia y el objetivo de la cámara en plasmar la indefensión que sufren las mujeres dentro de las reservas indias que aún jalonan buena parte del territorio de los Estados Unidos de América.
Por extraño, casi marciano, que parezca en un país donde la tecnología parece controlarlo todo, no existe una estadística que recoja las desapariciones, ni las agresiones sexuales que se cometen dentro de dichas reservas, hecho que permite una situación de absoluto desamparo para las integrantes del sexo femenino y, en menor medida, para el sexo masculino -el cual también es víctima de abusos- y la certeza, también casi absoluta, de que quienes cometen este tipo de abusos no llegan a ser juzgados, ni condenados por sus depravados actos.
El propio director contaba lo rocambolesco y dramático de esta situación en una entrevista concedida a la Radio Pública Nacional Americana durante el año 2017, realizada por el periodista Scott Simon.
Taylor Sheridan: Este problema, el asalto sexual a mujeres en reservas indias, esto ha existido desde siempre, desde que se creó el sistema de las reservas. Sin embargo, en los últimos 15 o 20 años la situación se ha desbordado. Y lo peor del caso es que nadie presta atención. Por eso quise contar esta historia.
Scott Simon: Al final de la película se comenta que no se tienen datos acerca de esta problemática.
Taylor Sheridan: Sí, quería concluir la película con datos, para que la gente pudiera digerirlos y entender, pues eso mismo, la magnitud del asunto. Así que le dije a dos investigadores que encontraran esos datos, poniéndose en contacto con cualquier organización o empresa posible, el Departamento de Justicia, el CDC, con quién fuera. Se pasaron tres meses intentando encontrar esta información y tras ese tiempo me dijeron, “Taylor, no se encuentran datos. Nadie está contabilizando nada relacionado con esto”. Yo les respondí, “esos son nuestros datos”. 1
La película empieza con una secuencia en la que vemos a una mujer herida, indefensa y corriendo casi desnuda sobre la nieve, en medio de la noche, mientras su sangre se funde con el hielo y con la desolación del lugar. Dichos instantes iniciales son el preámbulo de una grotesca y dramática pesadilla protagonizada por un curtido e implacable explorador del servicio estatal de naturaleza, caza y pesca (United States Fish and Wildlife Service) Cory Lambert, interpretado por el actor Jeremy Renner, y la agente del FBI Jane Banner (Elizabeth Olsen), una recién llegada al Buró Federal de Investigaciones, quien logrará ganarse, con su empeño y dedicación, el respeto de Lambert y del sheriff local de la reserva, Ben, interpretado por el actor canadiense Graham Greene.
Ya desde el principio, queda claro que el agente estatal medioambiental conoce muy bien el terreno y a los jugadores de esta partida -incluyendo a la fallecida que motiva toda la situación- y que está dispuesto a llegar hasta el final, siempre que cuente con la colaboración de la recién llegada, eso sí.
Esta, a pesar de su inexperiencia y de encontrarse muy lejos de su hábitat natural, demostrará una determinación y valentía realmente encomiables, una actitud que será de capital importancia cuando se tropiecen con los responsables de aquel trágico y deplorable suceso.
En esos instantes, el guionista pondrá sobre la mesa de juego otro de esos temas que parece condenado a formar parte del imaginario colectivo estadounidense, siempre en el peor de los sentidos. El tema en cuestión se refiere al uso y abuso de las armas de fuego dentro la sociedad civil norteamericana y el problema que ello supone, por mucho que los defensores de la Segunda Enmienda de la constitución de los Estados Unidos de América y los miembros de la todopoderosa e implacable Asociación Nacional del Rifle se empeñen en negarlo.
Wind River no solamente plasma el problema de los abusos físicos y sexuales para con las mujeres y, en este caso particular, contra algunos hombres, y la lacra que todo esto supone para nuestra sociedad. Wind River también incide en el exceso de armas que hay en aquel país y en las características de muchas de ellas, válidas para un territorio bélico, pero excesivamente peligrosas en manos de quienes gustan de apretar el gatillo sin reparar en las consecuencias de sus actos. Otra cosa es que, luego, cada uno juegue con las cartas que le han tocado y ya se sabe que no importa la cantidad de balas que tengas, sino lo bien que sepas utilizarlas. Queda claro que ambos agentes estatales saben cómo hacerlo, aunque sus estilos sean diametralmente opuestos.
En esto, como en otras tantas cosas, la película de Taylor Sheridan reinterpreta elementos propios del spaghetti western, sobre todo por el gusto de dicho género cinematográfico en condensar la mayoría de la acción en los momentos finales de la narración. En cuanto al personaje interpretado por Jeremy Renner, este destila algunos elementos de aquel western crepuscular acuñado por el gran Sam Peckinpah, aunque su destino final no sea el de buscar un final abrupto y espectacular para su propia existencia, sino solamente el de encontrar un poco de paz tras una pérdida sufrida en el seno de su propia familia.
Al final, el caso de Natalie Hanson (Kelsey Chow), la nativa americana asesinada, y el de su pareja Matt Rayburn (Jon Bernthal), igualmente difunto tras los excesos de lo que se seremos testigos durante la narración cinematográfica, quedará resuelto, pero tal circunstancia no ayudará lo más mínimo a quitarle al espectador el mal sabor de boca por todo lo anteriormente visto.
El cálculo probabilístico, tan ladino e inoportuno, hizo que el responsable de la distribución cinematográfica de la película, Harvey Weinstein, fuera acusado de reiterados abusos sexuales para con las integrantes del sexo femenino pocos meses después del estreno de la película en los Estados Unidos de América, lo que demuestra que lo que cuenta Sheridan en su película no es exclusivo de un territorio geográfico, un país o una raza en particular, sino un problema a nivel global y de una gravedad realmente preocupante, por mucho que todavía haya sectores de la sociedad que se niegan a querer aceptar la realidad tal cual es.
En los momentos finales de la mencionada entrevista entre el director y guionista Taylor Sheridan y el periodista Scott Simon, el primero, en respuesta a una pregunta del segundo, trata de explicar cuál fue su motivación a la hora de rodar esta película y lo que le gustaría que el espectador entendiera, estuviera dentro y/o fuera de una reserva india. Sirvan las palabras del realizador como resumen y punto final a todo lo anteriormente dicho.
Scott Simon: ¿Qué conclusión espera que el público que no viva en reservas, la mayoría del público, saque acerca de Wind River y de la gente que vive en las reservas, una vez vista su película?
Taylor Sheridan: Espero que vean y admitan que hay una epidemia de violencia en las reservas que necesita una solución, y gente que se preocupe. Además, espero que se den cuenta de que hay gente que vive en las reservas que son iguales que otra gente que vive en una ciudad. Hay muchos estereotipos y malentendidos en cuanto a la cultura de los nativos americanos se refiere.
Nota: 1- National Public Radio, Inc (U.S.) Investigating A Murder In ‘Wind River’. Scott Simon. August 2017. https://www.npr.org/2017/08/05/541774348/investigating-a-murder-in-wind-river
© Eduardo Serradilla Sanchis, Helsinki, 2020
© 2020 Acacia Filmed Entertainment, Savvy Media Holdings, Thunder Road Pictures and Film 44

Imagen 1: Cory Lambert (Jeremy Renner) en una imagen de la película Wind River © 2020 Acacia Filmed Entertainment, Savvy Media Holdings, Thunder Road Pictures and Film 44

Imagen 2: Jane Banner (Elizabeth Olsen) demostrando que es algo más que una “cara bonita” en el FBI, en una imagen de la película Wind River © 2020 Acacia Filmed Entertainment, Savvy Media Holdings, Thunder Road Pictures and Film 44

Imagen 3: Cory Lambert (Jeremy Renner) y Jane Banner (Elizabeth Olsen) juntos en el escenario del crimen que da pie a toda la narración cinematográfica de la película Wind River © 2020 Acacia Filmed Entertainment, Savvy Media Holdings, Thunder Road Pictures and Film 44

Imagen 4: Cory Lambert (Jeremy Renner) y Martin (Gil Birmingham) Dos padres frente a una misma tragedia en una imagen de la película Wind River © 2020 Acacia Filmed Entertainment, Savvy Media Holdings, Thunder Road Pictures and Film 44

Imagen 5: El actor Jeremy Renner, el director Taylor Sheridan y las actrices Kelsey Asbille, de pie, y Elizabeth Olsen, sentada junto al director. Photo by Taylor Jewell/AP.

Imagen 6: El cartel original norteamericano de la película Wind River © 2020 Acacia Filmed Entertainment, Savvy Media Holdings, Thunder Road Pictures and Film 44