1954 fue un año repleto de buenos títulos. El intendente Sansho de Mizoguchi, La Strada del gran Fellini; Los siete samuráis del maestro Kurosawa; la kitsch y maravillosamente naif, La mujer y el monstruo de Jack Arnold; Lanza rota de Dmytryk; la maravillosa 20.000 leguas de viaje submarino de Fleischer; Sabrina del inimitable Wilder; La ventana indiscreta, de Hitchcock; inluso el inconmensurable Fritz Lang hizo una obra maestra indiscutible ese año filmando Deseos humanos…Y así decenas de títulos eternos que tenemos guardados en algún lugar de la memoria como fragmentos de momentos inigualables de nuestra historia personal.
Alfred Hitchcock, además de La ventana indiscreta había realizado otro título ese año que está considerada como un título menor del realizador británico, último film, sin mi memoria no falla, que realizó para Warner Bros y… ¡en 3D! Así que con mis gafas tridimensionales me he dispuesto a recuperar este título en la versión original ideada para su exhibición.
Que el orondo señor Hitchcock era un cabrón manipulador y controlador lo sabíamos todos. Que quería tener absolutamente todo bien atado y planificado durante los rodajes también lo sabíamos. Y que, para él, los actores no eran más que ganado, es algo bien conocido, sobre todo porque son palabras textuales recogidas en el libro-entrevista de Truffaut. Todo esto no es algo que vayamos a descubrir a estas alturas. Por eso me pareció curioso que aceptara o se viera obligado a trabajar en ese formato de proyección que, curiosamente, comenzaría a desaparecer el mismo año del estreno de la película.
Abro un pequeño paréntesis para aportar datos curiosos, que personalmente desconocía. Siempre había pensado que el cine en 3D había sido un invento de los años 50, que aportaba novedad a un medio que se estaba dejando comer el terreno por la televisión. Recordemos que el Cinemascope también es de esa misma época. Lo curioso es que la primera película en 3D fue The Power of Love, que se estrenó ¡el 27 de septiembre de 1927! El sistema de proyección obligaba a espectador a usar gafas (igual que actualmente) que se repartían en los cines, aunque no se sabe si el efecto 3D se conseguía con el uso de los colores azul y rojo o con algún tipo de filtro. La película en cuestión se perdió dado que no tuvo el éxito esperado en la exhibición y cayó en el olvido. El 3D siguió usándose en ocasiones, pero, entre lo complicado de la proyección para conseguir imágenes estereoscópicas, que la mayor parte del público sufría dolores de cabeza al usar las gafas y que llegó el crack del 29 el 3D cayó en el olvido durante tres décadas. Es en 1952 cuando se estrena la primera película en color en 3D, titulada Bwana Devi y esta vez sí fue un éxito de público. Esto hizo que los estudios se lanzaran a una desenfrenada carrera para rodar y estrenar películas en este formato. Pero poco a poco el público comienza a abandonar las películas en 3D, casi por los mismos motivos por los que ha dejado de verlo ahora: malestar visual, dolores de cabeza, mala visión si no estabas bien centrado en las butacas del cine… Además del sistema de proyección, que requería de dos proyectores perfectamente sincronizados para proyectar sendas cintas con las que se lograba el efecto. Vamos, una lata técnica que pocos cines podían asumir. La de anécdotas que me contó Manuel Beautell, el viejo proyeccionista del cine Coliseum de La Laguna… Pero eso es otra historia.
Cierro paréntesis histórico y recupero a Hitchcock. Tal y como he comentado en 1954 el 3D está de capa caída y aun así Warner apuesta por una película en este formato y se la da a Hitchcock que la acepta. Según he leído fue porque tenía pensado otro proyecto llamado “The Bramble Bush” y vio que iba a ser imposible llevarlo a cabo. Así que acepta llevar a la pantalla Crimen perfecto, basada en una obra de teatro de tremendo éxito escrita por Frederick Knott (autor también de Sola en la oscuridad con Audrey Hepburn haciendo de ciega o Mujeres en Venecia del gran Mankiewicz). Y ese trasfondo teatral está mostrado en la película sin vergüenza alguna. De hecho el 95 por ciento de la cinta transcurre en el interior del piso habitado por el infeliz matrimonio interpretado por Grace Kelly y Ray Milland y las pocas escenas exteriores son simples apoyos para la acción interior. En ese sentido recuerda a la (obra maestra) The rope, con un único escenario por el que se mueven los actores, aunque aquí Hitchcock juega más con planos imposibles y barrocos, alejados de los más naturalistas de la mencionada La soga, como el magnífico picado que usa mientras Milland va narrando cómo se puede desarrollar el crimen perfecto. Hay un momento donde vemos una lámpara colgada de ¡ninguna parte! ya que la cámara está por encima del nivel del techo. Esta planificación permite que Hitchcock juegue con el 3D a su antojo. Tras ver el film en este formato 3D puedo asegurar que es la única manera de entender completamente la planificación espacial que tiene cada imagen, cada plano, cada secuencia… El director no juega a lanzar objetos contra la pantalla, eso lo dejamos para realizadores planos, efectistas y nulos. Hitchcock planta la cámara en un lugar específico y hace que los actores se muevan entre objetos situados en varios lugares espaciales del encuadre… Una botella en primer plano, una copa más atrás, un mechero dispuesto sobre una mesa… Todos ellos objetos que en una visión 2D “molestan” al ojo, no tienen sentido y quizá por eso la película fue menospreciada. Hasta la memorable escena del intento de asesinato gana en esplendor al verla en 3D y no solo por un brazo que sale de la pantalla en busca de salvación, rogándonos a los espectadores como pidiendo “toma mi mano, sálvame, ayúdame, sácame de aquí”. La mano en primer plano, la cabeza de la Kelly en la zona intermedia, el asesino al fondo… Una perfecta planificación espacial que se pierde ligeramente en una proyección plana. Y el director demuestra aquí (tal y como llevaría luego al paroxismo en Cortina Rasgada) que matar no es fácil, que quitar la vida cuesta (y mucho) y que cualquier cosa puede fallar. De hecho ya nos lo han adelantado unos minutos antes cuando Robert Cummings, que da vida al amante de Grace Kelly haciendo de exitoso escritor de novelas de misterio y asesinato, afirma con rotundidad que el crimen perfecto solo funciona en la mente de un escritor, jamás en la realidad. Supongo que de esa frase sacarían los “tituladores” españoles lo de cómo llamar en nuestro país la película. Además no faltan los detalles clásicos del film del Hitchcock, incluidos los planos detalle (una llave, unas tijeras, una foto…). En definitiva, Crimen Perfecto es una película 100% hitchcockiana en cuanto a la planificación.
Pero también lo es en la actuación. Grace Kelly hace la primera de las tres seguidas colaboraciones con el británico, que quería originalmente a Deborah Kerr como protagonista y lo hace con un papel muy diferente al de las otras dos cintas. ¿De verdad ven evidentes diferencias entre la Grace Kelly de La ventana indiscreta y la de Atrapa a un ladrón? A mí me cuesta verlas. Ambas niñas bien, un punto tontas y alocadas, metomentodas… Pero aquí no es así. Esposa infiel, acusada de asesinato, su personaje se desmorona y sufre… Personalmente de los tres personajes creo que es el menor y eso que aparece menos tiempo en pantalla (un tercio del film recordemos que está en prisión). No es tan etérea, ni tan perfecta. Es humana y como humana tiene debilidades. Como ya he dicho, es infiel. Pero se salvará a pesar de todo, porque su marido es un asesino y el auténtico malvado. Me chocó la primera vez ver a Ray Milland en este papel. Me imaginaba más a un “gentleman” inglés, alguien más frío, más elegante. Quizá es difícil imaginarlo como jugador de tenis retirado con ese físico que tiene… Pero en cuanto entra en escena nos encandila y atrapa. Manipulador, frío, sádico casi. Planea el asesinato de su mujer no por venganza debido a esos cuernos… No, eso lo dejamos para los personajes latinos y calientes. Milland quiere matar a su mujer por dinero, para heredar. Ella es la rica. Su manera de hablar, de moverse, de manipular… es diabólica. Una actuación sublime que podría haber caído fácilmente en lo paródico como marido humillado. En todo momento mantiene el tipo frío. Hasta al final, cuando se ve atrapado, asume su derrota como un jugador de tenis que ha perdido su set. Solo le faltaba acercarse al árbitro y darle la mano. Milland es capaz de dar vida a un asesino y a la vez sentir curiosidad por si su crimen puede ser perfecto. Me pregunto cómo podía haber quedado un Cary Grant en ese papel. Quizá lo hubiese convertido en alguien más perverso, quizá por la imagen que siempre tuvimos de él.
Por no extenderme mucho más, que lo haría, Crimen Perfecto es un título a recuperar. Para nada un Hitchcock menor. Quizá un título no tan perfecto como Vértigo, o La ventana indiscreta o Con la muerte en los talones, pero igualmente reivindicable.
Invito a verla en su formato original, solo así se podrá apreciar realmente el trabajo del director. Sé que es complicado. Lo más que puedo ofrecer un día es mi casa siempre en grupos de 4… ¡No tengo más gafas!