En 1943 el mundo está inmerso en la locura de la guerra, aunque, parafraseando a Churchill, “era ya el fin del principio”. Las tropas del eje comenzaban a tener ya sus primeras grandes derrotas y el curso de la guerra estaba cambiando. La mayor parte de la producción mundial, sobre todo la de los países que podían permitirse el lujo de realizar cine, iba destinada a los fines propagandísticos o títulos evasivos que hicieran olvidar la difícil situación que se vivía. Películas realizadas para subir la moral tanto de las tropas como de los familiares y amigos que estaban en casa. En Estados Unidos se rodaban títulos como La cadena invisible, La casa encantada, Sahara, Los verdugos también mueren, Bataan, Estambul, Destino Tokio, Por quién doblan las campanas… En Francia Clouzot realizaba El cuervo, acusada de propaganda nazi, Carné comenzaba a rodar Les enfants du Paradis, que no acabaría hasta 1945. Un país difícil para hacer arte en ese momento. La UFA, en la Alemania nazi, solo estrena ese año Las aventuras del barón Munchausen, título de corte histórico-fantástico del que el director Terry Gillian haría muchos años más tarde un remake. Y en Italia Rosselini alejado del neorrealismo rueda El hombre de la cruz, filme propagandístico donde se ensalzan los valores cristianos y se critica la ideología marxista, y Luchino Visconti, más alejado de la maquinaria fílmica del régimen de Benito Mussolini, presenta una muy interesante adaptación de El cartero siempre llama dos veces de James M. Cain en Obsesión, un título que aún no se entiende cómo la dictadura italiana permitió estrenar.
¿Pero y España? ¿Qué ocurría en España en esos años duros de posguerra? En un país recién salido de su propia guerra fratricida, ¿qué se hacía? Es este un periodo para mí desconocido del cine español, acostumbrado, como estoy, a películas posteriores a los años 50. Así pues, me interesó recuperar algo de este periodo oscuro. Entre los títulos de ese año encontré Eloísa está debajo de un almendro, dirigida por Rafael Gil y basada en la obra de teatro de Jardiel Poncela.
Lo primero que me llamó la atención fue que Eloísa está debajo de un almendro es una producción de CIFESA, compañía que conocía de oírla muchas veces y de ver su fanfarria de cabecera con clarines y trompetas. Una productora asociada al régimen franquista como instrumento propagandístico para transmitir a los españoles los férreos valores morales, éticos y sociales del movimiento. O al menos eso es lo que creía en principio al ver los títulos producidos: Currito de la Cruz, A mí la legión, Agustina de Aragón, Balarrasa, Alba de América, Locura de amor… Títulos que podrían resultar interesantes en algún aspecto, pero que también se pueden rechazar por toda esa carga ideológica que conllevan. Pero, curiosamente, también CIFESA fue productora de productos como Novio a la vista de Berlanga, El fantasma y doña Juanita o El hombre que se quiso matar de Rafael Gil, Un marido a precio fijo de Gonzalo Delgrás, todas ellas comedias entre lo fantástico y lo costumbrista que merecen la pena ser recuperadas. Pero yendo más lejos comprobé que CIFESA había nacido mucho antes, durante la II República y ya había hecho producciones como Morena Clara en 1936 o La verbena de la paloma en 1934. Y lo que me llamó la atención aún más es que eran los distribuidores en España de los títulos de Columbia, y eso me da ciertas pistas sobre los gustos de producción iniciales de la compañía. Es curioso, CIFESA es lo más parecido a un gran estudio de Hollywood que hemos tenido en España (lo de Samuel Bronston no cuenta), ya que tenían estudios, plantilla, técnicos y profesionales capaces de estrenar un promedio de cuatro títulos propios al año. Aunque supongo que de esa maquinaria, que ya existía, se aprovechó el régimen franquista para sus fines. CIFESA moría definitivamente en 1965, dedicada ya a distribuir películas e imagino que obsoleta en gustos. Aunque como dato anecdótico, debo decir que aportaron una gran cantidad de dinero a la producción de La Dolce Vita de Fellini con el objetivo de tener la exclusividad de su estreno en España, pero la operación se truncó. Entre sus filas y en exclusividad tenían a actores de la talla de Imperio Argentina, Rafael Durán, Amparo Rivelles, Aurora Bautista y Alfredo Mayo, auténticos monstruos de la pantalla e ídolos de masas que supieron (aunque ahora denostados) hacer olvidar por unos momentos a los españoles de a pie la situación en la que vivían.
Me he alejado un poco del comentario, pero necesitaba ponerme en situación para poder comprender Eloísa está debajo de un almendro… Quiénes eran sus actores, su director, el autor teatral y la compañía que la produjo.
Comencemos por la sinopsis de la película. Según filmaffinity:
“Cuando Fernando (Rafael Durán) regresa a su casa natal después de varios años estudiando en Bruselas, encuentra una extraña nota de suicidio escrita por su padre diez años antes. Después descubre el retrato de una mujer supuestamente asesinada en la casa y una misteriosa caja de música. La casualidad lo lleva ante la casa de la excéntrica familia Briones, donde vive Mariana (Amparo Rivelles), una joven que es la viva imagen del retrato y que tiene una caja de música idéntica a la que encontró Fernando”.
Un argumento que se aleja ligeramente del original de la obra de teatro escrita por Jardiel Poncela, un autor revolucionario, de la llamada “otra generación del 27”, que cambió la comedia española con su teatro del absurdo, intelectual, irónico, que necesitaba de la complicidad del espectador y que, curiosamente, murió arruinado en los años 50, olvidado por un público que, imagino, ya triste gris y adoctrinado, no aceptaba este tipo de comedias donde un factor importante era la “suspensión de la incredulidad”. Su teatro se basaba en la concatenación de situaciones imposibles, que rozaban lo absurdo, un lenguaje cómico y medido, que no caía en el chiste fácil y burdo, tramas de enredo (a veces detectivescas) y sobre todo en un humor culto, intelectual e ingenioso. ¿No recuerda todo esto a las “screwball” americanas?
En ese sentido Eloísa está debajo de un almendro se puede tildar de comedia de enredos, pero va mucho más allá, con una innumerable cantidad de temas y estilos. Efectivamente bebe de la “screwball comedy”, de los equívocos y, así, el tío de Fernando tiene una pequeña agenda donde tiene apuntados varios nombres de mujer y bajo cada uno de ellos escribe “asesinada”. ¿Será realmente el asesino de la desaparecida? Pero también de los personajes estrafalarios que recuerdan, y mucho, al Frank Capra de Vive como quieras. De esta manera, el tío de Mariana y debido a un desengaño amoroso, lleva años sin salir de la cama, pero eso no le impide viajar por el mundo, ya que su mayordomo transforma su alcoba en un vagón de tren y por la (falsa) ventana de la habitación proyecta imágenes de paisajes, mientras en un gramófono suena el ruido del tren y se van cantando las estaciones por las que pasa. O esa criada de espídica lengua que habla sin parar… “¿Sí? ¿No? Ah, bueno, pues eso…”
Pero unos años antes se estrenaba en España Rebeca y Rafael Gil bebe de la cinta de Hitchcock y se nota. El espíritu todopoderoso de una mujer muerta, una mujer (la Sra. Danvers en el caso del film del orondo británico y la obsesiva y misteriosa tía de Mariana en la cinta que nos ocupa), una mansión aislada, unas habitaciones misteriosas… Así que Eloísa está debajo de un almendro también juega a ser un título de misterio, casi un thriller dramático que te engancha queriendo saber qué ocurrió con la desaparecida Eloísa.
Pero Gil, Enrique Alarcón, que fue su habitual diseñador de producción y Alfredo Fraile, director de fotografía, otorgan a esta obra el empaque de una película de terror, de las de los monstruos clásicos de la Universal. La mansión de Fernando es un castillo de Drácula situada en medio de un lago, lo que obliga a llegar a la casa en lago… ¡y todo ello en medio de Madrid! Y en una de las torres de la mansión hay un laboratorio (solo le faltan los mecanismos eléctricos para ser el de Frankenstein), donde el barbado tío de Fernando realiza unos misteriosos experimentos alejados de la vista de todos…
Tal y como he intentado explicar, Eloísa está debajo de un almendro es todo eso, esa magnífica mezcolanza de estilos, temas y géneros que la convierten en algo hipnótico. Pero por encima de ello están los diálogos, ingeniosos, irónicos y mordaces, escritos por Rafael Gil y el propio Poncela. Ellos hacen que la película se aleje considerablemente de otros productos realizados en esa época. Es un título inteligente dirigido a público inteligente. Un título anacrónico en el cine español del momento, pero que claramente podría haber sido rodado en los Estados Unidos por la Columbia, dentro de los alocados títulos que rodaron en esa época.
Como nota anecdótica quiero comentar que originalmente se dio luz verde al rodaje de este título ya que querían comprobar la química que podrían tener en pantalla Rafael Durán y Amparo Rivelles, ya que la película que para ambos tenían en mente era El clavo. Eloísa está debajo de un almendro nació como un título menor y se convirtió por derecho propio en un film importante y a reivindicar, un film atemporal por temática y estilo, un título alejado de la producción propagandística del régimen.
Si tienen una mala tarde, o un mal día, o una semana negra o un mes aciago… Véanla. Durante hora y 10 no podrán pensar en otra cosa que no sea en Eloísa está debajo de un almendro. ¿Sí? ¿No? Ah, bueno, pues eso.